Periferia

4 de Diciembre de 2024

Hugo Menzella: “La tecnología es lo que conecta a la ciencia con la sociedad”

El fundador de Keclon, la empresa de base científico-tecnológica que transformó la industria de los biocombustibles a nivel mundial, habló de los pasos a seguir para sumar conocimiento a la actividad productiva.

El bioquímico y Doctor en Ciencias Biológicas, docente de la Universidad Nacional de Rosario e Investigador principal del CONICET, Hugo Menzella, se refirió a la importancia de fortalecer el sistema tecnológico argentino, además de consolidar la labor científica nacional. Menzella, fundó en 2013 la start-up Keclon SA dedicada al desarrollo de enzimas industriales y dirige desde 2020 el Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos (IPROByQ), un centro tecnológico especialmente creado para desarrollar tecnologías de impacto socio-económico medible.

La empresa biotecnológica argentina Keclon SA, desarrolla, produce y comercializa un particular insumo industrial de alto potencial económico: se trata de un tipo específico de enzimas que se aplican en el sector agroindustrial en reemplazo de productos químicos tradicionales, para mejorar los rendimientos y reducir sensiblemente el impacto ambiental. Gracias a una inversión inicial de 17 millones de dólares, Keclon logró inaugurar en 2022 su primera planta de producción, localizada en la ciudad santafesina de San Lorenzo. En la actualidad, exporta su producto a países como Brasil y Uruguay.

Su fundador, el Dr. Hugo Menzella, es egresado de la Universidad Nacional de Rosario e investigador principal de CONICET, con amplia trayectoria laboral en empresas biotecnológicas, tanto de Argentina como Estados Unidos. Desde el año 2020 es, además, director del IPROByQ, un instituto tecnológico del CONICET especializado en Procesos Biotecnológicos y Químicos, que busca transformar los conocimientos científicos en soluciones concretas para el sector socio-productivo.

Desde la Fundación Innovat, UVT del CONICET, conversaron con Hugo Menzella sobre el potencial de las enzimas industriales y la fundación de Keclon, sobre la apuesta del IPROByQ y la necesidad de potenciar el ecosistema innovador. De estilo disruptivo y frontal, enarbola la bandera de la vinculación tecnológica como forma de acercar la ciencia a la sociedad, un camino tan riesgoso como satisfactorio, donde -asegura- los errores son tan importantes como los aciertos, ya que “nadie aprendió a andar en bicicleta sin caerse”.

— ¿Qué son las enzimas de uso industrial?

— Hugo Menzella: Una enzima es un catalizador, algo que facilita reacciones químicas. Cuando vos tenés una reacción química -una cosa A más una cosa B, para producir la cosa C-, la enzima la hace más rápido y más eficiente. Baja costos y no impacta en el medio ambiente. Generalmente, a las reacciones químicas tenés que meterle calor, presión, solvente orgánico, todo eso. La enzima hace esa conversión con un 100% de eficiencia. Eso permite bajar mucho los costos. Ahora bien, las enzimas se encuentran en la naturaleza, en los seres vivos, en muy pequeñas cantidades. Con la tecnología que se llamó primero de ADN recombinante, se pudo sacar la información genética que codificaba una enzima de una especie y ponerla en una bacteria para que produzca grandes cantidades, lo que permitió bajar los costos para que se empezaran a implementar, primero en la industria farmacéutica, después en la agroindustria.

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— ¿Y cómo llegaste a especializarte en esa temática?

— Hugo Menzella: Bueno, a mí me tocó vivir todo ese recorrido desde que me recibí de bioquímico. Yo trabajaba en un hospital y un día descubrí algo tremendo: le tenía terror a la sangre. Y para un bioquímico, tenerle terror a la sangre es un problemón. Escapándome de eso, conseguí un laburo en microbiología industrial. Y ahí fue donde me propusieron hacer algo que, para la década del ’90, era como ir a la luna en un lavarropas: hacer una enzima recombinante para uso industrial. Solo se habían hecho unas pocas en Estados Unidos y no teníamos idea de cómo hacerlo. Pero a veces, las cosas se dan… Probamos, probamos y la sacamos. Después de eso, me tocó ir a Estados Unidos, a una empresa que, casualmente, era la primera del mundo en hacer lo que se llama “biología sintética”. ¿Qué quiere decir esto? Que ya no estábamos limitados a las enzimas que estaban en los seres vivos, sino que las podíamos modificar para que hicieran reacciones industriales que no existían en la naturaleza. Algo fantástico.

— Después de esa experiencia, volviste a la Argentina y fundaste Keclon en 2013, una start-up biotecnológica dedicada al desarrollo de enzimas industriales. ¿Cómo fue ese proceso?

— Hugo Menzella: Cuando decidí volver a la Argentina, simplemente junté mi primera experiencia, que era microbiología de enzimas industriales, con lo que había aprendido en Estados Unidos, que se aplicaba en tratamiento de cáncer. Y así fue como nació Keclon. Sólo había que salir a buscar fondos, que es la cosa que más traumatiza a los investigadores y que parece imposible. Pero para mí, salir a buscar era algo natural, porque desde muy chico trabajé en el sector privado. Hay que decir que el 97% de los fondos que recibió Keclon fueron de origen privado, pero que, los pequeños fondos públicos que recibimos, principalmente de la Agencia [de I+D+i], nos facilitaron el camino. Una demostración de lo bien que se pueden usar los fondos públicos, quirúrgicamente, homeopáticamente, diría, para atraer capital privado.

Keclon, especializada en el desarrollo de enzimas para la industria.

— Al mismo tiempo promoviste la creación del Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos (IPROByQ), una novedosa Unidad Ejecutora del CONICET y la Universidad Nacional de Rosario, fundada en 2014 para dar respuesta al ecosistema industrial y emprendedor. ¿Para vos fue siempre una iniciativa complementaria?

— Hugo Menzella: Ciencia y tecnología son dos cosas distintas, pero se las menciona de corrido, como si fuera una sola palabra. Nosotros lo que hacemos es tomar el trabajo de los científicos, el conocimiento generado, y desarrollar soluciones para problemas concretos. Buscamos un problema industrial y nos preguntamos ¿cómo lo podemos solucionar? Vamos a tomar estas herramientas, conectamos las puntas y con ese plan salimos a buscar plata. A partir de ahí, puede nacer una nueva empresa, lo que obliga al investigador a dejar su carrera tal como la conoció, a jugarse la piel. Pero va a tener una gran recompensa. En otros casos, la tecnología que genera el investigador es transferida y ayuda a que una empresa preexistente sea más competitiva. Son las dos formas de generar valor. O tener una tecnología muy nueva y hacer una empresa, lo que puede generar valor dentro de 8 o 10 años. O, en las empresas actuales, acercarles una tecnología nueva que les mejore la competitividad, bajando los costos de producción, compitiendo mejor, exportando más, trayendo más divisas, siendo así menos pobres. Eso es todo lo que tenemos que hacer nosotros los tecnólogos. Parece simple, pero a veces nos perdemos, porque no nos terminamos de animar. Y nos refugiamos en lo que muchos llaman “ciencia aplicada”. Defiendo a muerte a la ciencia básica que busca responder preguntas concretas, tan esencial como la tecnología, pero la zona híbrida no nos ha dado ningún resultado. La tecnología es lo que conecta a la ciencia con la sociedad. Cuando vos la conectás, hay más exportaciones, más plata, todos vivimos mejor, se pagan más impuestos, eso financia a la ciencia y así es como gira la rueda. Hay que construir ese puente que jamás construimos.

— Un camino que, por definición, nunca está libre de dificultades…

— Hugo Menzella: Nadie aprendió a andar en bicicleta sin caerse. Siendo científico, cada vez que vas al laboratorio entrás en la oscuridad, a un lugar nunca antes explorado. Y cuando te caes, hay que levantarse y remarla. Al tecnólogo le pasa lo mismo. Se sobrevalora “el talento”. Este es un laburo de remo, de meter las manos en el barro, sobre todo para los investigadores que nos dedicamos a la parte industrial. Que un intento fallé no quiere decir que no aporte nada, porque cada vez que contás cómo cometiste un error, evitás que lo cometa otro. El mayor activo que tenemos en IPROByQ, en Keclon, en la vida, es nuestra enciclopedia de errores. A esa enciclopedia se la llama “experiencia”, ya que, por alguna razón, “error” y “fracaso” son consideradas malas palabras. Y eso no es gratis, porque se termina ocultando. ¿Cómo lo vamos a ocultar? Si algo salió bien después de mucho insistir es, básicamente, porque nos fuimos quedando sin errores por cometer. Si lo ocultamos, no aprendemos nunca nada. Y si vos no fracasás nunca, es porque no estás haciendo nada nuevo. Si no querés fracasar nunca, no hagas nada. Si te aterra errar un penal, no los patees. Pero nunca vas a saber lo que es treparte al alambrado gritando un gol.

— En ese sentido, ¿Qué importancia le das a la gestión y a la promoción de vinculaciones tecnológicas?

— Hugo Menzella: En CONICET tenemos una reglamentación. Ahora, cuando vos querés hacer algo nuevo, no hay una reglamentación preparada para algo que no existe. Nadie hizo una norma de tránsito indicando si los platos voladores deben estacionar a 45 o a 90 grados. Y seguramente, cuando venga el primer marciano, va a dejar su plato volador mal estacionado. En nuestro sistema tecnológico pasa lo mismo: cuando vas a hacer cosas nuevas, lo reglamentario va siempre a correr atrás tuyo y, a veces, te va a tocar caminar por zonas grises. Y no basta con animarse a pisar zonas grises, sino que es una obligación hacerlo público, porque solamente cuando algo incomoda se actualizan los reglamentos. Pasa lo mismo con las leyes. Los investigadores que se animan a trabajar en tecnología descubren que existen otras gratificaciones cuando ven su producto salir al mercado, que se vende, que eso le da laburo a un montón de gente, lo encuentran muy gratificante. Nunca inmediatamente, no pasa de un día para el otro, aparecen errores, hasta que vas aprendiendo algunas cosas. Necesitamos cuidar a los que hacen ciencias básicas. Pero es hora de aprender que tener tecnólogos no atenta contra eso, al contrario. Tener más grupos dedicados a hacer tecnología, genera riqueza, lo cual es necesario para financiar, entre otras cosas, la ciencia básica y la educación. Y hacer una experiencia como tecnólogos no impide que puedan regresar a hacer ciencia al cabo del tiempo que quieran. Por eso, los invitamos a venir al lado de la locura, a dar un paseo por el Wild Side, como diría el Dr. Reed.

La entrevista completa en:

Fuente: innovat.org.ar

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