Desde el Gobierno esperan que la ley que regula la industrialización del cannabis, promulgada por el Poder Ejecutivo esta semana, de un nuevo impulso a las investigaciones, tanto en curso como nuevas, asociadas al uso medicinal del cannabis.
Hoy son 29 los estudios sobre las propiedades de la planta y sus derivados que ya fueron aprobados por el Estado en el marco de una norma anterior, que data de 2017.
“La reciente Ley N° 27.669 (denominada Marco Regulatorio para el Desarrollo de la Industria del Cannabis Medicinal y el Cáñamo Industrial) no reemplaza a la anterior (N° 27.350), sino que la complementa”, explicó a Télam la bióloga Carla Arizio, coordinadora del Área de Recursos Fitogenéticos del Instituto de Recursos Biológicos del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria).
“De hecho -continuó- en la nueva ley dice expresamente que quedan excluidos del presente marco regulatorio los cultivos y proyectos previstos y autorizados en el marco de la Ley N° 27.350. Esto quiere decir que los proyectos que ya fueron autorizados se van a regir por la normativa por la cual fueron aprobados”.
De la investigación a la industrialización
Dicho de otro modo, mientras que la Ley Nº 27.350 focaliza en la investigación de la planta y sus productos derivados, la norma Nº 27.669 -promulgada esta semana- busca fortalecer y regular la industria que será generada a partir del uso medicinal.
Pero la nueva ley no llega a un terreno desierto: existen al menos 29 proyectos de investigación formalizados en el Ministerio de Salud que focalizan principalmente en estudios sobre la planta, 14 de los cuales se llevan a cabo en convenio con el INTA, el único organismo que estaba autorizado en la Ley N° 27.350.
“Además de los que trabajamos desde el INTA hay otros proyectos conducidos por universidades, provincias, municipios y empresas privadas que fueron pudieron incluirse a partir del Decreto reglamentario Nº 883, de 2020, que habilitaba a otros actores para investigar en cannabis medicinal”, indicó a Télam.
El rol del INTA
Aricio, quien es licenciada en Ciencias Biológicas y doctora por la UBA, recordó que ese Decreto establece que “aquellos proyectos de investigación que no involucren la producción de fitopreparados o análisis de ensayos clínicos pueden llevarse a cabo en organismos de ciencia y técnica, siguiendo reglamentaciones internas”.
Además, mencionó que el INTA tiene convenios para realizar proyectos diversos con municipios como Bariloche; provincias como Jujuy; organizaciones como Cannabis Medicial Origen San Juan (Canme), en San Juan; así como convenios con ONGs como Cannabis Medicinal Argentina (Cameda).
En este contexto, distintos proyectos conducidos por universidades llevan una fuerte impronta local, tanto a nivel país como regional.
Los proyectos de investigación en curso
Es el caso del proyecto del Instituto de Bioprospección y Fisiología Vegetal (Inbiofiv), dependiente del Conicet NOA y de la Universidad Nacional de Tucumán, llamado “Estudio químico, fisiológico y biológico de cannabis sativa (variedad sativa y variedad índica) cultivada en Tucumán, para la obtención de productos de uso medicinal”.
El estudio, liderado por la directora del Instituto, María Inés Isla, busca trabajar en exclusiva con plantas que crezcan en la provincia.
Otro de ellos, también avalado por la cartera sanitaria, es el que se desarrollará -financiación mediante- en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (Unpsjb), bajo el nombre de “Promoción del Cultivo y Producción de Cannabis y sus derivados con fines científicos, industriales, medicinales y/o terapéuticos”, para el cual colaboran el Instituto de Biotecnología Esquel (Inbies) y el Centro Nacional Patagónico CCC CENPAT, dependiente del Conicet.
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“Se busca determinar las cepas de cannabis con fines medicinales e industriales (cáñamo) que mejor adaptación experimenten en el predio del Inbies – Unpsjb definido para desarrollar las actividades de cultivo y producción”, indicó a Tèlam el doctor Oscar Troncoso, director del Inbies y miembro de la Secretaría de Ciencia y Técnica de esa universidad patagónica.
“Esto permitirá diseñar una plataforma segura y estandarizada para el cultivo del cannabis y la posterior industrialización, para ser aplicados a la investigación y en tratamientos de diferentes dolencias. También permitirá el desarrollo de insumos industriales ya sea para fibras textiles, aceites industriales o consumo animal, y servicios ecosistémicos como fitorremediación de suelos contaminados o como sumideros de CO2”, siguió Troncoso para luego aclarar que ya poseen habilitación por parte del Instituto Nacional de Semillas (Inase) como “vivero productor bajo condiciones controladas”.
Desde Puertos Madryn, el CCT CENPAT también trabaja en otras líneas, que van desde la investigación científica a la producción de aceites.
Del NOA a la Patagonia
Así lo indicó el doctor Gregorio Bigatti, investigador principal del Conicet y coordinador del programa de Cannabis Medicinal del CCT CENPAT.
“Hacemos cultivo indoor (en interiores, con lámparas), outdoor y viveros. Con las flores realizamos los aceites con los que se trabajará en ensayos clínicos cuando tengamos autorización de los ministerios de Salud de Nación y de Chubut. Buscamos proveerlos para que los médicos trabajen en tres ejes: insomnio, ansiedad y dolor crónico”, detalló.
Y aclaró que ya tienen concentrados para estudiar a 250 pacientes durante tres meses.
Distintas genéticas
También desarrollan cultivares, que son las variedades de distintas genéticas del cannabis, con más THC (más aptos para el manejo del dolor), más CBD (orientado a afecciones neurológicas) o mezcla, de los que ya tienen seis que están registrando en Conicet.
Por otra parte, podrían avanzar hasta obtener “una suerte de scanner de semillas, al analizar su morfometría geométrica, porque notamos al ver su forma que podemos darnos cuenta de qué tipo de cannabinoides tendrá después la planta madre, si tendrá más THC o más CBD”.
Por último, enfatizó en que buscan “usar la planta completa más que los purificados, tener un modelo nacional y no copiar a otros países”.
Nota de Celina Abud, para Télam.