Periferia

16 de Octubre de 2022

Guillermo Garaventta: “Hay que nacionalizar el litio y declararlo estratégico”

El ingeniero e investigador de la Comisión de Investigaciones Científicas bonaerense comparó el modelo de explotación del mineral en Argentina, con las estrategias desarrolladas por Bolivia y Chile.

El investigador e ingeniero electrónico, especialista en litio, Guillermo Garaventta se refirió a la explotación del litio en Argentina, en comparación con las políticas seguidas por Bolivia y Chile, con quienes se comparte uno de los yacimientos más importantes del mundo. Acá, el pensamiento y recorrido de un tecnólogo versátil.

¿Qué es el litio y por qué es tan importante en este momento histórico?

El litio es un elemento químico que actualmente se hizo muy visible por la electromovilidad. Tiene la capacidad de almacenar cinco veces más que las baterías que usamos normalmente en los autos. Pero no sólo tiene aplicaciones en baterías: también en vidrios, en cerámicos, en aluminio, en filtros de dióxido de carbono, en medicina y en reactores nucleares. En la Argentina todas esas cosas se pueden hacer con lo que tenemos entre Bolivia, Argentina y Chile, que representa alrededor del 60% de las reservas del mundo.

¿Cómo funciona hoy la matriz del litio en Argentina y la región?

Lo que sabemos que tenemos, es gracias al Servicio Geológico de EEUU: hace 6 años atrás, según este servicio, Bolivia tenía 9 millones de toneladas; Chile tenía 7,6 y Argentina 1,9. Ahora, sabemos que Bolivia tiene 21 millones de toneladas; Argentina 19,6 y Chile tiene 9,6. ¿Cuánto tenemos nosotros? No lo sabemos. Hay bibliografía que dice que tenemos más que Bolivia. Bolivia tiene un único yacimiento (Uyuni) que es muy importante, casi del tamaño de las Islas Malvinas. Nosotros tenemos varios muy distribuidos, por eso se dice que tenemos más. Chile tiene uno solo, Atacama, que tiene el 90% del litio, y los demás que tiene son económicamente inviables. Nosotros tenemos en Salta, Jujuy, Catamarca. Actualmente, esos emprendimientos de exploración están siendo llevados adelante por potencias extranjeras que tienen políticas de estado a cientos de años y quieren saber qué es lo que hay y con ese horizonte empezar a trabajar sobre los recursos de nuestros países, tan bamboleantes políticamente. Esos países hacen que esos recursos, si ellos saben dónde están, pasen de mano. Catamarca y Salta -por ejemplo- no obtienen ningún tipo de regalías, sólo generación de empleo, ganancia, ingresos brutos. Las empresas que están extrayendo litio, sacan entre 30 y 40 mil toneladas por año, y las extraen por una declaración jurada… y no se puede controlar, no hay nadie para medir que eso sea así, las concesiones son cerradas y no se puede entrar.

“Ningún país del mundo se desligaría de entregar un elemento químico como el litio a empresas extranjeras ¿Por qué? Porque es estratégico”

¿Qué significa para Argentina declarar el litio como recurso estratégico?

Declararlo estratégico significaría que no se pueda avanzar en la explotación del litio con un pacto entre privados. Es la Nación la que tiene que definir el convenio, el contrato, el cuidado de lo que se está intercalando en este trueque. Por ejemplo, si se instala una empresa de litio en nuestro país lo que conseguimos con eso son impuestos, ingreso, sueldos, ganancias. Por la Ley de Minería los recursos son de las provincias y las provincias pueden tomar decisiones y concesionar. En cambio, en los países que está nacionalizado o está declarado estratégico, es el Estado Nacional el que regula. Chile tiene un 40% de retorno en la producción de bicarbonato de litio y Bolivia obviamente ninguno porque lo tiene para su propio beneficio.

¿Cuáles son las decisiones importantes a tomar para que esto avance en este sentido que señalás?

Primero hay que nacionalizarlo, declararlo estratégico. Hay que sostener a las provincias como los dueños del recurso pero dando una cobertura nacional de tal manera de unificar criterios.

¿Esa es una política acertada?

Si, acertada desde el punto de vista de lo que se va sin beneficio para nosotros. Ahora, cuando tomemos el poder de ese salar tenemos que tener en cuenta que para dentro no puede valer 53 mil dólares porque las baterías van a salir fortunas y los autos eléctricos van seguir siendo muy caros.

En alguna oportunidad hablaste de “yacimientos de litíferos fiscales” ¿A qué te referís con esa formulación? ¿Cómo sería la propuesta?

Ningún país del mundo se desligaría de entregar un elemento químico como el litio a empresas extranjeras ¿Por qué? Porque es estratégico. Entonces “yacimientos litíferos fiscales” sería el equivalente a YPF, pero íntegramente nacional. Eso sería la puerta de entrada para que toda la minería argentina sea revalorizada a través de esa “YLF”. El litio es un ícono de la pérdida de soberanía.

¿Hay un sector científico que pueda desarrollar la industria del litio?

Si, lo hay. Lo primero que tenemos que lograr es recuperar algo de los 19,6 millones de toneladas que tiene Argentina para tomar el poder. Para eso, primero hay que analizar en qué condiciones están los el salares y cómo podemos extraer el litio. Por otro lado, hacer las máquinas o comprarlas para traducir esa salmuera con alto contenido de litio en un carbonato de litio grado batería ¿qué quiere decir esto? Que tenga un 99,9% de carbonato de litio. Una vez que tenemos eso hay que comprar la mejor máquina para hacer una pila que decidamos en función de nuestros desarrolladores de autos eléctricos. En esto tenemos que coordinar con Bolivia y Chile para no hacer la misma entre los tres países. Y si no podemos comprar la máquina porque sale 4 mil o 5 mil millones de dólares, tenemos que tomar conciencia que se fugaron 44 y vamos a tener que invertir 5 en esa fábrica de litio. Con esa fábrica de litio lo que logramos es toda la cadena de valor para la electromovilidad. Esto es: la exploración del salar, la producción del carbonato y la producción de pilas a nivel de producción en masa ¿Ahora qué pasa si esos 5 mil millones de dólares no aparecen? Bueno, vayamos a buscar una empresa extranjera, como lo hizo Bolivia, pero con carácter asociativo.

“El litio es un ícono de la pérdida de soberanía”.

En otra oportunidad señalabas que si Argentina se inicia en el desarrollo, la producción y el valor agregado del litio, los investigadores iban a tener la posibilidad de pensar, producir, trabajar en una fábrica y no delante de un paper. ¿Eso qué significa?

La investigación básica Argentina es de altísimo nivel. Es tan buena que a cualquier argentino que va al exterior lo sientan para que no se vuelva. Quiero aclarar esto porque yo trabajo en la investigación, pero no soy un investigador. Soy un ingeniero trabajando en ciencia. Y no soy un experto en litio desde el punto de vista de lo electroquímico, soy un experto desde el punto de vista de bienes, de aplicaciones, de lo que significa el litio, de los recursos y eso lo puedo discutir. Empecé en el 2013 cuando alguien en ese momento me decía no hables del litio que falta mucho y hoy estoy en ese futuro. Entonces, para que haya producción científica en el área de la aplicación, los investigadores que trabajan en eso tienen que tener algún tipo de protección en cuanto a cómo lo van a evaluar. La mejor forma de medir un investigador en un proyecto de aplicación es ponerle una interfaz de responsables de altísimo nivel que se haga cargo, primero, de liderar ese grupo y, segundo, garantizar que esos investigadores están trabajando. Si nosotros publicamos un desarrollo, eso en China impacta inmediatamente y al mes tenés una línea de producción de prueba. Lo tenemos que tener acá y no lo podemos publicar, porque si publicamos lo que estamos haciendo perdemos la posibilidad de patentarlo. Juguemos el juego de la publicación: hagamos una revista internacional acá en la Argentina con Chile, Bolivia y Brasil, una revista de altísimo impacto y hagamos lo que hace el mundo.

Un tecnólogo bien pila

“Le puse litio a motos, autos, camionetas, colectivos, aviones, cohetes, satélites y mis pares me señalan que si quiero seguir creciendo como investigador tengo que publicar más papers”, dice Garaventta, que fue becario, contratado, personal de apoyo y, finalmente, investigador de la CIC. Pero esto comienza un poco más atrás. En 1989 Guillermo Garaventta ingresó como becario de entrenamiento de la CIC para trabajar en celdas de combustibles, dispositivos que generan electricidad en base a la combustión de hidrógeno y oxígeno. Un año después -a causa de las políticas de desfinanciación de la ciencia- Garaventta quedó en la calle. “Por mi cuenta me pongo a fabricar alarmas, arreglar

televisores y computadoras”. Hasta que lo invitaron a participar de una charla que daba Conrado Varotto, quien le pidió estudiar una pila de níquel-hidrógeno equivalente a la que iba a volar en el primer satélite de teleobservación de la tierra, el SAC-C. “Me vine con la pila y 12 meses después le entregué el manual de comportamiento en operaciones de baterías espaciales del SAC-C”.

El SAC-D, al igual que el SAC-C, también iba a volar con las baterías de níquel-hidrógeno. Pero de los 1500 kilos que debía pesar el satélite estaba excedido en 500. La CONAE comienza a pensar cómo bajar los kilos del satélite. “Es así como me proponen estudiar las pilas de litio”, dice Garaventta.

“Inmediatamente nos pusimos a trabajar y elaboramos un documento sobre los requerimientos que debían tener esas pilas para poder comprarlas. A la par, el mismo estudio lo hacía el Jet Propulsion Laboratory (JPL) de EEUU. Guillermo se planteó este desafío como un duelo silencioso. “Estaba ansioso porque quería que la gente se diera cuenta que nosotros éramos capaces. Necesitábamos saber si esas pilas servían o no”. Finalmente, el SAC-D fue equipado con esas pilas y lanzado en 2011. Con esa primera pila que Garaventta tuvo en la mano comenzó a cuestionarse cómo se estaban llevando el litio que había en el país: “como la soja, sin valor agregado”, decía. En 2005 empezó con una campaña de divulgación, pero debía mostrar algo. En 2010 con algunos ahorros que tenía compró una moto. Después de comprar unas pilas, estudiarlas, desarrollar la batería, me subo a la moto y me voy al rectorado de la UNLP. Foto, nota y Willy ya estaba en los diarios. Con el desarrollo de la moto, el nombre de Garaventta comenzó a relacionarse con el litio.

Algunos comenzaron a llamarlo “el señor litio”, pero también tenía a sus detractores: “Cuando sacamos la moto se me castigó mucho. Me decían ‘pseudocientífico’ porque había comprado una moto eléctrica comercial y había comprado pilas comerciales ¿Qué hice? ‘Nada’, decían. Entonces le digo a Marcos Actis (actual Decano de la Facultad de Ingeniería UNLP): ‘me están dando con un caño, por qué no hacemos un vehículo eléctrico íntegro’”, cuenta. Y así fue. Junto a un equipo del GEMA se puso a trabajar en un prototipo de triciclo con partes de helicóptero, la nariz de un planeador y pilas. Pilas de litio. Lo bautizaron “Protolitio” y en diciembre de 2012 se lanzó a la Ruta 2 para realizar una travesía de 400 kilómetros (de La Plata a Mar del Plata) a 35 kilómetros por hora con una sola carga de batería. Después de eso no paró. “En 2016 desarrollamos los colectivos eléctricos de la UNLP. En el medio participé en la fabricación de las baterías del lanzador satelital Tronador en Pipinas. En 2017 reconvertimos un Gol Trend a eléctrico. A comienzos de 2020 le entregamos a la municipalidad de Tapalqué una camioneta F-100 eléctrica que utilizan para recolectar residuos”. Y la lista sigue hasta hoy.

Garaventta ahora tiene 58 años y le quedan 7 para jubilarse como investigador de la Provincia. Está en un laboratorio de calle 46 entre más pilas, baterías, instrumentales, un prototipo de un respirador artificial diseñado durante la pandemia, aquella primera moto reconvertida a eléctrica y con 13 proyectos tecnológicos por delante. 13 sueños: “quiero que si mis hijos deciden irse del país se vayan, pero que no sea porque yo no haya hecho algo para que se queden”.

Entrevista de Alejandro Armentía y Juan Manuel Vera Visotsky, para la CIC-PBA.
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