Apasionada por la física nuclear -donde es referente nacional e internacional en temas de seguridad-, la ingeniera Julieta Romero aseguró que las tecnologías nucleares incluyen usos pacíficos importantísimos como la medicina nuclear y como fuente energética limpia, ya que no produce emisiones de gases de invernadero
Julieta Romero nació en 1987, un año después de Chernobyl; y se recibió de ingeniera nuclear en 2011, cuando el mundo aún se estremecía por el accidente de Fukushima. Hoy es una de las mayores especialistas en seguridad nuclear en Argentina y el mundo. Una serie de casualidades la llevaron a elegir su vocación; pero también el inquebrantable propósito de perseguir sus sueños.
Pasó su infancia en Quilmes, y en su adolescencia su familia se mudó a Bariloche, donde su papá trabajaba como vendedor y su mamá como maestra jardinera. Ya en el secundario, un marcado interés por las ciencias y por saber cómo funcionan las cosas la llevaban a devorarse colecciones de revistas de divulgación.
También le gustaba el arte, y sobre todo dibujar; para divertirse y también para entender y explicar a sus compañeros conceptos abstractos. Tal como lo hizo durante la entrevista con Télam-Confiar, al recrear con gráficos y dibujos las partes de un átomo y el funcionamiento de un reactor.
Télam-Confiar: ¿Cómo decidiste estudiar ingeniería nuclear?
Julieta Romero: Casi por casualidad. En el colegio tenía un novio cuyos padres eran profesores del Instituto Balseiro, y en su casa fue la primera vez que escuché hablar de física nuclear. De hecho, cuando terminé el secundario quería estudiar Física. Karen Hallberg (doctora en Física, investigadora y docente del Balseiro) fue una de mis grandes referentes. Pero como para entrar al Balseiro tenía que hacer dos años de cualquier Ingeniería, me anoté en Ingeniería Mecánica en la Universidad del Comahue, y después rendí los exámenes para poder ingresar como becada.
“Yo también tenía temores y prejuicios cuando no había estudiado el tema”
Julieta Romero, ingeniera nuclear.
T-C.: ¿Cómo te especializaste en seguridad y cómo fue cambiando ese paradigma a partir del accidente de Fukushima?
J.R.: Prácticamente yo me recibí e hice mi tesis con Fukushima. La catástrofe implicó una nueva crisis, pero también una oportunidad. Porque obligó a replantear todos los esquemas y volvió a poner el tema de la seguridad nuclear en la discusión pública. Estudié el caso a fondo, y luego tuve la oportunidad de trabajar y especializarme durante dos años en la Organización Internacional de Seguridad Nuclear (WANO, por sus siglas en inglés). Familiares, amigos y seguidores en las redes empezaron a preguntarme si algo así podría ocurrir con las centrales nucleares argentinas. Ahí me di cuenta que me gusta explicar los temas de tecnología y seguridad nuclear.
T-C.: Existen todavía muchos prejuicios y temores respecto a los temas nucleares. ¿Qué le dirías a quienes están en contra de su desarrollo por temas bélicos, de seguridad, o por el riesgo de los residuos radioactivos?
J.R.: Yo también tenía temores y prejuicios cuando no había estudiado el tema. Pero la realidad es que las tecnologías nucleares son necesarias e incluyen usos pacíficos importantísimos como la medicina nuclear, y como fuente energética limpia, ya que no produce emisiones de gases de invernadero, causantes del cambio climático. Además son seguras. Porque la seguridad forma parte del diseño, la construcción y la operación de toda central nuclear. Por un lado se busca obtener energía pero por otro lado, se busca que sea segura, que no haya fallas.
T-C.: Con el potencial que tiene Argentina para las energías renovables, ¿para qué arriesgarse a abrir nuevas centrales nucleares?
J.R.: Es cierto que Argentina debe apostar a las energías renovables. Pero la energía nuclear, que hoy representa cerca del 10% de la matriz energética, tiene un rol importante en esa transición, porque se trata de una energía que no genera emisiones responsables del cambio climático, y además, está siempre disponible. No es intermitente como ocurre con las energías eólica y solar.
“Argentina debe apostar por las energías renovables, pero la energía nuclear no es intermitente como ocurre con las energías eólica y solar”
T-C.: ¿Y qué pasa con los residuos nucleares?
J.R.: Tienen un tratamiento especial, que consiste en encapsularlos en silos de hormigón, para evitar que la radioactividad se escape. En Argentina quedan en el mismo predio de las centrales nucleares. No tenemos la tecnología para re-procesarlos, como sí tienen otros países. Pero todo esto está controlado y auditado por organismos nacionales e internacionales de seguridad nuclear.
T-C.: A fines del año pasado se conoció la noticia del logro de la fusión nuclear en Estados Unidos. ¿Cómo analizás este hito histórico?
J.R.: En primer lugar hay que aclarar que eso se hizo en un laboratorio, y el chiste interno cada vez que se anuncia algo así, es que estamos a 25 años de una nueva revolución energética, no importa cuándo se anuncie…
Segundo, conviene aclarar que la forma en que hoy obtenemos energía nuclear es a través de la fisión nuclear, que en términos muy simples consiste en romper los átomos para que liberen energía. Mientras que la fusión nuclear es una tecnología completamente diferente que implica unirlos, como si tuviéramos un sol. El problema es que la fusión nuclear requiere muchísima energía. Lo que los científicos buscan hace décadas es liberar más energía con la fusión de la que se usa para lograrla. Y que sea replicable, sostenible y económicamente viable.
Gabriela Ensinck, para Télam Confiar.
*Esta nota es una producción de Télam-Confiar, una plataforma con información especializada en ciencia, salud, ambiente y tecnología (www.telam.com.ar/confiar). (Télam)