Juliana Cassataro, la investigadora del CONICET a cargo del equipo que desarrolla la vacuna argentina contra la Covid-19, Arvac Cecilia Grierson, producida entre la Universidad Nacional de San Martín, el Laboratorio Pablo Cassará y el CONICET, ofreció detalles sobre como consiguieron llegar a la vacuna
Este lunes 6 de febrero, la vacuna argentina contra el Covid-19 “Cecilia Grierson” comenzó a transitar el último tramo de estudios necesarios para que la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) la apruebe para su libre circulación. Las pruebas implican pruebas en humanos, y que requieren unos 2.000 voluntarios.
En diálogo con el medio Ámbito, la especialista en Inmunología, enfermedades infecciosas y desarrollo de vacunas en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad Nacional de San Martín (IIB-UNSAM), Juliana Cassataro, quien además es la coordinadora del equipo de trabajo que estuvo desarrollando la vacuna, explica algunos detalles de cómo fue el avance del proyecto y qué expectativas tiene para la ciencia argentina a partir de este trabajo.
Periferia reproduce la entrevista completa:
Periodista: ¿Qué significa para la ciencia argentina el desarrollo de la vacuna?
Juliana Cassataro: Somos un grupo específico de científicas y científicos, por lo que no creo poder decir qué significa para “la ciencia”, ya que seguramente habrá una diversidad de opiniones en toda la comunidad científica. Pero sí puedo decir lo que significa para nosotras: creo que estamos abriendo un camino y una forma de trabajar que nos enorgullece, porque tiene que ver con intentar resolver un problema concreto.
“Para resolver un problema, no podemos trabajar sólo los científicos. Hay que articular con la industria, con el sector productivo y con el sistema de salud”.
Juliana Cassataro
P.: Para el tiempo que lleva trabajar una vacuna, lo hicieron bastante rápido…
J.C.: Si bien a veces sentimos que vamos lento para lo que la sociedad necesita, al no haberse realizado nunca algo así en Argentina, hay que decir que nos hemos encontrado con muchas dificultades. Pero ahora estamos en la recta final. Hay que entender que este tipo de proyectos es de mediano y largo plazo. Y que para concretarse requiere no solamente del aporte de los científicos, sino también del trabajo conjunto con la industria, organismos regulatorios, médicos clínicos, centros de investigación clínica y un gran financiamiento. Por eso es importante destacar que, por ejemplo, este es un desarrollo público y privado entre la UNSAM, el CONICET y el Laboratorio Cassara, además de que han participado y participan más de 300 profesionales de distintas instituciones públicas y privadas como el INBIRS, el Centro de Medicina Comparada, el CEMIC, entre otros.
P.: En marzo del año pasado, en una conferencia con Vizzotti y Filmus, mencionabas que “la mayor parte de la población está vacunada, por lo que nos enfocamos actualmente en el prototipo de vacuna de refuerzo y cambio de variante”. ¿Esto significa que la vacuna solo servirá como refuerzo a dosis anteriores? ¿O también a quienes no se han dado ninguna dosis?
J.C.: El ensayo clínico que estamos llevando adelante evalúa solamente la respuesta de la vacuna en personas ya vacunadas, es decir como refuerzo. Ergo, esta vacuna podrá utilizarse sólo como refuerzo.
P.: Sintéticamente… ¿Cómo descubrieron la combinación genética que les hizo dar con los componentes necesarios para el desarrollo de la vacuna?
J.C.: El antígeno elegido -la “partecita” del virus contra la cual queremos generar la respuesta inmune- es el mismo que el de muchas vacunas ya aprobadas. La diferencia es que nosotros ya hicimos el cambio de variante, es decir, usamos esa misma parte pero con pequeñas modificaciones. Por lo que la vacuna en sí ya no es igual que la versión original.
P.: ¿Tuvieron algún criterio para saber cómo encarar el proyecto?
J.C.: El primer criterio fue elegir una plataforma de vacuna que pudiera elaborarse, para todo el producto, de principio a fin en la Argentina o en nuestra región. Por eso decidimos utilizar proteínas recombinantes, porque sabíamos que existía la capacidad de producirlas con buenas prácticas de manufactura en la Argentina. Cuando comenzamos a trabajar, en nuestra región -América del Sur- estaba circulando la variante Gamma, mientras que en otras regiones abundaba la Beta. Por eso los desarrolladores de vacunas del norte se enfocaron en la segunda, mientras que nosotros en la Gamma. Igualmente después desarrollamos para versiones Delta; Ómicron BA1 y Ómicron BA4/5. Y ahora en este ensayo clínico de fase II/III estamos evaluando tres prototipos de Gamma, Ómicron y una bivalente Gamma-Ómicron. La vacuna además está diseñada para que, si llegase a circular una nueva variante, en cuatro meses se pueda generar una nueva vacuna.
P.: Antes mencionabas que el proyecto de la vacuna “tiene que ver con intentar resolver un problema concreto”. ¿Debería la ciencia argentina abocarse más a la resolución de problemas concretos que a investigaciones generales -cuestiones más teóricas que concretas-? ¿O ambos campos no son incompatibles?
J.C.: Yo creo que no son incompatibles. Es muy importante que se financie a grupos que hacen ciencia básica, pero también es importante que de alguna manera se nos guíe a los científicos sobre qué problemas hay que resolver en la Argentina. Y ver después en cuáles proyectos podemos participar. Pero hay que tener en cuenta también que para resolver un problema, no podemos trabajar sólo los científicos. Es como te dije antes: hay que articular con la industria, con el sector productivo y con el sistema de salud. Por eso yo siempre digo que la vacuna no podría producirse solamente en la mesada de nuestro laboratorio. Una vacuna debe hacerse en una planta con buenas prácticas de manufactura como las que posee el Laboratorio Cassara por ejemplo, además de contar con la experiencia a nivel regulatorio que tiene el laboratorio.
Entrevista de Francisco Kovacic Gonzalez, para Ámbito Financiero.