Investigadores de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) detectaron que la flora y la fauna del Río Paraná comenzó a recuperarse con la vuelta a la normalidad de los valores del río, tras las lluvias en Brasil.
“Lo más importante es que la llegada del agua ayuda a todo el sistema, tanto a la vegetación como a los animales, a tener una mayor cantidad de recursos para vivir, alimentarse y reproducirse, y eso se refleja en el tiempo en una mayor abundancia” explicó Damián Lescano, naturalista y licenciado en biotecnología por la UNR. Este proceso no es instantáneo ni lineal y, como todo, demanda tiempo. A favor: la primavera y la suba de las temperaturas ayuda a que todo crezca más rápido.
“Si bien nada es inmediato, la llegada del calor es clave porque en esta época del año empieza la temporada reproductiva de muchos animales, por lo que no va a demorar mucho en notarse una mayor abundancia a de vida, aunque el éxito de esto va a depender en gran parte de que el río no vuelva a bajar mucho o muy rápido. Si baja, pero suavemente, vamos a tener más exuberancia en los próximos meses”, indicó el especialista.
La bajante empieza a quedar atrás
Lluvias importantes y más regulares en la zona alta de la cuenca -en el sur de Brasil- a finales del invierno y principios de la primavera estabilizaron el nivel del Paraná, que en las últimas semanas recuperó en buena parte su fisionomía habitual en su tramo argentino gracias a la recuperación de su caudal. A pesar de esta remontada, desde el Instituto Nacional del Agua no quieren abandonar la prudencia e indicaron que, si bien se encuentra en un lapso de recuperación y las condiciones son mejores que en 2020 y 2021, la perspectiva climática “aún no permite establecer el final de las aguas bajas”.
La bajante histórica comenzó a notarse en esta región del país hacia agosto de 2019 para profundizarse y generalizarse en marzo del 2020, cuando el mundo se sumergía en la pandemia. Un año después el Paraná recuperó parte de su nivel, pero sin alcanzar registros normales, para llegar a finales de 2021 y principios de 2022 al pico de una bajante severa que impactó sobre todo el sistema. Los usos humanos del río, así como sus servicios ecosistémicos y el propio equilibrio del humedal, se vieron muy fuertemente afectados por una bajante de características extraordinarias “por su “magnitud y persistencia” y calificada desde el INA como el estiaje “más largo desde que hay registros” (desde 1884), por lo que “seguirá siendo motivo de especial monitoreo”.
Aves movedizas
Como ocurrió con todos los actores del ecosistema, las aves tuvieron que adaptar al menos en parte sus comportamientos habituales de alimentación, hábitat y reproducción por la falta de agua. “En animales muy dinámicos y movedizos como las aves el cambio es bastante rápido. Por ejemplo, había gaviotines que eran muy raros de ver en esta zona y con la bajante estaban siempre en el canal principal del Paraná, se habían convertido en un paisaje común, y ahora con las lagunas llenas volvieron a dispersarse y ya no se ven tantos en las costas de la ciudad” apuntó Lescano. El experto agregó que todas las aves acuáticas migran y hacen grandes distancias en los cambios de estación, y que al seguir la zona pampeana bajo situación de sequía no sería extraño que se registre un “movimiento importante hacia la zona de Islas” para escapar de las lagunas disminuidas del continente.
¿Cómo es el buque científico que estudia los cambios climáticos en el río Paraná?
El ciclo de los peces
La bajante afectó la fauna íctica al dejar seco durante casi tres años el valle de inundación, interrumpiendo los ciclos naturales de reproducción de muchas especies de peces que pueblan la cuenca del río. “En el caso de los peces, cuando las poblaciones disponen de menos territorio quedan más disminuidas. Lo que mejor conocemos es el caso de las especies más grandes migratorias con interés comercial, como el sábalo, que no tiene éxito reproductivo todos los años, sino cuando hay mucha agua. Los ejemplares que encontramos ahora son en su mayoría de 2015/2016, cuando fue la última crecida”, puntualizó. Esto no quita que los sábalos intentan reproducirse todos los años, por lo que la llegada de estos pulsos del río con una suba importante del nivel del agua se traduce en una activación de la migración. “El éxito de su supervivencia dependerá de cuánta agua tenga el sistema, porque si vuelve a bajar con los peces aún chiquitos en las lagunas, estos pueden morirse secos o comidos por las aves, o si se van por el canal son más propensos a ser comidos por depredadores. Es un delicado equilibrio todo”, explicó Lescano.
Otra costa
En la costa de las ciudades ribereñas también el cambio es grande, ya que muchas partes históricamente bajo agua quedaron al descubierto durante los tres últimos años para convertirse en “tierra nueva”. “En muchos casos vimos como crecieron sauces y alisos que ya tienen varios metros de altura y que reconfiguraron ambientes nuevos, muy probablemente colonizados por fauna que venía de otro lado y se instaló allí”, dijo el naturalista. Esto puede generar presencia de animales silvestres en
ambientes urbanos, ya que al llenarse de nuevo de agua los ambientes donde esa fauna se instaló, los animales salen para donde pueden. “Cuando sube el agua sale para donde pueden, esto es mucho más notorio durante las crecidas excepcionales, pero ahora en menor escala pasa eso también”, subrayó.