Un estudio presentado por el Observatorio Mundial de Residuos Electrónicos en 2020, indicó que Argentina genera 465 mil toneladas de Residuos Electrónicos por año y que el 60% termina en basurales o rellenos sanitarios.
El informe, destaca que sólo el 5% de esos residuos electrónicos se recicla, y es por eso que señalan que es necesario apuntar a la responsabilidad integral de los ciudadanos, fabricantes y a generar herramientas políticas de control.
En nuestro país, existen instituciones que se destacan por realizar el trabajo de reciclado de residuos eléctrónicos. En el área urbana una de ellas, es la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
Sin embargo, las cifras revelan que la labor no es suficiente para contener el volumen anual de residuos generados. “El estudio está patentando una realidad que no solamente la sufre Argentina sino a nivel mundial es un tema que está en entre los objetivos de Desarrollo Sostenible para el año 2030, sobre el consumo responsable y la obsolescencia programada”, dijo Marcelo Garófalo, presidente de la Asociación Civil “Nuevo Ambiente”, en diálogo con FM 97 UNE.
“Las pilas, sin ir más lejos son un problema complejo. La situación a mi criterio, debería aprobarse en la provincia de Buenos Aires, una ley específica con conceptos básicos esenciales y uno de ellos tiene que ver con la educación ambiental, otro de los temas que está faltando es el de la producción”, dijo, y sostuvo que “el principio de la responsabilidad de la causante o fabricante que gestiona el residuos lo comercializa, debería asegurarse su eliminación, en cuanto a lo que corresponda a su tratamiento”.
Por su parte, respecto al tratamiento Garofalo explicó que “en la ciudad de la Plata la UNLP hace más de 10 años lleva adelante un programa que se llama e-basura de los aparatos eléctricos y electrónicos. Se trata de reutilizar la mayor cantidad de componentes posibles y lo que no pueden reutilizar lo destinan a empresas con certificación para el tratamiento de estos residuos”.
Por ultimo, expresó que “son los grandes electrodomésticos como heladeras, equipos de informática, herramientas eléctricas que tienen una gran cantidad de componentes de los que deberían poder reutilizar algún componente o eliminar de manera responsable”.
El trabajo de la UNR
En junio de este año la Universidad Nacional de Rosario firmó un acuerdo de cooperación con una planta ubicada en el barrio Ludueña, en Rosario.
Allí, en el marco de los principios de economía circular, anunciaron el inicio del proceso para recuperar la totalidad del material electrónico reutilizable, desguazando el resto, y separando diversos componentes que ingresan a las rutas del reciclaje.
Cecilia Di Santo, integrante del equipo de coordinación de la Planta de Residuos Informáticos, explicó que allí se recepciona el material y se hace una primera clasificación de lo que puede recuperarse y lo que no. Esto último se desarma y separa en materiales plásticos, chapas, aluminios y placas electrónicas.
Lo que puede tener una segunda vida útil pasa a otro sector para su refuncionalización y si esos equipos se pueden volver a utilizar, se donan o venden. Los dos ejes centrales de este emprendimiento consisten en hacer un tratamiento ambiental correcto de estos residuos y, a su vez, generar empleo juvenil en sectores vulnerables.
La UNLP también sigue el mismo camino
La Universidad Nacional de La Plata también tiene un centro de reciclado de residuos informáticos, emplazado en la localidad bonaerense de Tolosa. Es más, a través del programa de reciclado informático, E-Basura, donó computadoras en mayo, a hospitales de la región, entre los que se encuentra el San Roque de Gonnet, el San Martín, el Gutiérrez, el Hospital de Niños, y el Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios.
El trabajo tiene un doble fin, evitar la obsolescencia programada de los equipos informáticos y permitir que lleguen a entidades que las requieren en funciones cruciales durante el actual entorno de pandemia de coronavirus.
El material informático donado permite atender las necesidades que imponen las nuevas modalidades de atención y evitar la circulación innecesaria de personas dentro de los hospitales.
“El objetivo siempre es claro, la idea es acercar tecnología y reducir esta brecha social y digital que se da en todos los ámbitos”, señaló Viviana Ambrosi, directora del Programa E-Basura.