Por Estefanía Cendón
El director Ejecutivo de Estrategias de la empresa Gisens Biotech, Luis Pierpauli, fue entrevistado en “Gobierno de Científicos”, el programa radial de Periferia. Junto a él dialogamos acerca del funcionamiento de esta empresa de base tecnológica (EBT) que desarrolló un test portátil para la detección de Coronavirus en tiempo real. En esta nota, los testimonios acerca de qué es una EBT, que soluciones puede aportar este desarrollo tecnológico ante la pandemia y el rol de del sistema público de ciencia, en nuestro país.
Periferia: ¿Qué es una empresa de Base Tecnológica? ¿Cómo surgió Gisens Biotech?
Luis Pierpauli: La definición de una EBT, desde el punto de vista normativo, es aquella en donde participan tanto personas del ámbito privado como científicos del ámbito público. En el caso de Gisens se da perfectamente ese encuentro entre científicos del CONICET y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) junto a emprendedores privados. Nos juntamos para armar una empresa que pueda hacer lo que toda EBT busca: tomar investigaciones realizadas en el laboratorio y llevarlas a la calle. Convertirlas en productos que terminan en las manos de la gente.
P.: ¿Como es el convenio de co-desarrollo entre Gisens, CONICET y la UNLP?
L.P.: Junto a nuestros científicos del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA), que dependen tanto del CONICET como de la UNLP, trabajamos en el desarrollo de un dispositivo médico que se compone de un biosensor fabricado con ingeniería de nano-tecnología. Actualmente no hay ningún tipo de producto en el mercado que, como dispositivo médico, utilice la nano-tecnología para el diagnóstico portátil. Comenzamos a trabajar como un dispositivo de control y monitoreo para pacientes que tenían enfermedades renales. Fue así como desarrollamos un prototipo del tamaño de un celular, con un pequeño biosensor donde el paciente podía pincharse el dedo y, con una gota de sangre, controlar la función renal en tiempo real. Esto le ahorraba tener que ir al laboratorio para controlarse. Esta creación fue el puntapié de la relación entre Gisens Biotech, como empresa privada, la UNLP, el CONICET y el INIFTA, particularmente. Descubrimos que esta tecnología era más poderosa de lo que creíamos y versátil, sobre todo, ya que con pocos cambios la podíamos readecuar para detectar distintas enfermedades. Esto ocurrió en paralelo a los primeros casos de COVID-19 y ,ante los primeros casos en nuestro país, no tuvimos dudas en poner nuestro foco ahí. Fue así como quedó pausado el desarrollo del dispositivo renal para concentrar nuestros esfuerzos en el desarrollo de un dispositivo para la detección del coronavirus en tiempo real. Construir una gran relación con el INIFTA y la UNLP fue clave. Han demostrado ser grandes aliados no sólo en el desarrollo tecnológico, sino también en su concepción del rol de las EBT. El trabajo en conjunto hizo que, contando con una herramienta muy poderosa y versátil, ante el contexto mundial que atravesamos se vuelva obvio nuestro rol.
P.: ¿Qué diferencia al test portátil de otros tests desarrollados en el país?
L.P.: Los tests desarrollados hasta ahora se dividen en dos categorías. Una responde a aquellos test que miden anticuerpos, nos dicen si la persona estuvo enferma, y sirven más para control epidemiológico. Los otros test tienen que ver con la detección de pacientes asintomáticos y vienen a reemplazar a la PCR que es el método tradicional. Estos últimos test tienen limitaciones asociadas a que todos deben realizarse dentro de un laboratorio, no pueden sacarse a la calle porque necesitan una cámara de bioseguridad y cierto proceso de purificación de las muestras. Por ejemplo, no podrían instalarlos en un estación de tren para que se hagan testeos en tiempo real. Nosotros estamos desarrollando un dispositivo que no va a requerir de equipamiento de laboratorio y que puede operarlo cualquier persona con una mínima capacitación. También, como el dispositivo tiene el tamaño de un celular la idea es que pueda instalarse en aeropuertos, bares y otros espacios para que se hagan testeos en tiempo real y se detecte si hay pacientes asintomáticos. Por esta vía podremos saber en dónde están, rastrear con quiénes se juntaron, ir a avisar a esas personas y testearlas para empezar a controlar y contener más esta pandemia. Adicionalmente nuestro dispositivo es una tecnología nueva desarrollada 100% por nosotros, por lo cual es una tecnología con propiedad intelectual. Esto nos permite exportarla a cualquier parte del mundo, dado que nadie está haciendo lo mismo y tiene protegida esta tecnología. Los test desarrollados actualmente cuentan con algunos componentes patentados en otros países, por lo cual probablemente tengan limitaciones a la hora de poder comercializarlos a países donde esas patentes están vigentes. Es una producción 100% nacional, con desarrollo de conocimiento y ciencia local y que desde la compañía hemos sido cuidados en protegerla para que efectivamente pueda llegar a todas las personas no sólo en nuestro país, también en otras partes del mundo donde lo requieran.
P.: ¿Que importancia tiene el uso de “grafeno? para la elaboración del biosensor?
L.P.: En 2010 dos científicos recibieron el Premio Nobel por el descubrimiento de las características y propiedades del grafeno. Este material es extraordinariamente bueno para conducir la electricidad. Nosotros utilizamos una capa de grafeno de una sola molécula de espesor, muchísimo más fino que un pelo y, por tanto, imperceptible al ojo humano. Esta capa delgada permite conducir la electricidad de manera muy efectiva. El hecho de que sea tan chico nos permite crear un sensor muy pequeño, del tamaño de una tarjeta SIM de celular, que puede detectar el coronavirus. Hablamos de un material muy poderoso y fuerte al conducir la electricidad y traducir señales ya que, con tan poca superficie, generamos una señal lo suficientemente fuerte para detectar una enfermedad.
P.: ¿Cómo es la presencia de las empresas de base tecnológica en el mundo y en qué lugar está la Argentina?
L.P.: Tanto en Tel Aviv como en Silicon Valley los científicos trabajan de cerca con los emprendedores de negocios que piensan cómo trasladar esa investigación científica a un producto que le pueda llegar a la gente. En Tel Aviv miden a los científicos por cuán productivos son no sólo a la hora de escribir papers, sino a la hora de transferir esas investigaciones a la gente. Ellos tienen un modelo de creación de empresas en el que constituyen equipos interdisciplinarios como el que tenemos nosotros. En Gisens tomamos como inspiración el modelo israelí y nos ha ido muy bien. En Argentina la Ciencia es realmente remarcable: uno pasea por las universidades de Tel Aviv y se están estudiando las mismas cosas que se estudian acá, con la misma profundidad. Por lo tanto, no tenemos nada que envidiarles en ese aspecto. Quizás faltan mayores y mejores vehículos para que los científicos puedan incorporarse a las empresas de forma rápida y sin tener que hacer demasiados trámites. Por otra parte, quizás están faltando incentivos de parte del Estado para aquellos científicos que quieren migrar a las empresas. En Israel tienen un sistema de subsidios y de apoyo a los emprendedores científicos muy grande. Es algo que empieza a volver muy de a poco, según notamos en nuestro país, pero en lo que aún falta construir.