La Fundación Alem, el “think tank” del radicalismo que nuclea a investigadores, académicos e “intelectuales” del partido (que van desde Marina Simian hasta Luis Brandoni o Agustín Campero) apuntó contra el desmantelamiento del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria por las consecuencias negativas sobre su “competitividad, generación de empleo productivo y capacidad de exportación”.
Desde el espacio emitieron un comunicado en el que advierten que “el INTA continúa siendo un referente muy positivo en cadenas productivas en distintas regiones”.
En la carta, apuntan que el organismo científico “hoy enfrenta un momento crítico, amenazado por propuestas que buscan centralizar su estructura, eliminando su autonomía administrativa y financiera, modificando su gobernanza y subordinándolo a los deseos de los gobiernos de turno”.
“Centralizar el INTA no solo comprometería su independencia técnica. También desconectaría a la institución de las necesidades locales y sectoriales. Esto dificultaría la interacción con los productores, cooperativas y universidades”, advierte el documento.
Desde la Fundación Alem advirtieron que el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) “es uno de los pilares del sistema de conocimiento argentino. Es un motor clave para el desarrollo productivo del país”.
“Desde su creación en 1956, el INTA es una herramienta para mejorar la productividad agropecuaria, aumentar la competitividad del sector y promover la innovación tecnológica. Pero hoy enfrenta un momento crítico: hay riesgos ciertos que amenazan su autonomía, su capacidad de acción y, en última instancia, su misión de impulsar el crecimiento económico y social de las regiones agroindustriales del país”.
En la carta, aprovecharon para apuntar también contra el kirchnerismo: Esto es parte y consecuencia, también, de la degradación que tuvo el INTA durante el kirchnerismo. Durante este período se incrementó su partidización, su agrandamiento no relacionado con el desarrollo económico del país sino con los objetivos partidarios del gobierno de turno. Se priorizaron actividades no relacionadas con el aumento de la productividad, la competitividad y la generación de oportunidades a partir del desarrollo tecnológico y la salida del atraso. Perdió claridad en el rumbo respecto a qué hacer. Quedó muy ligado a proyectos más de acción social. Padeció la hostilidad, también, que el kirchnerismo tuvo con el sector agroindustrial en muchas de sus cadenas productivas. Esto dificultó todavía más el rol que el INTA debió tener para contribuir a impulsar la economía
argentina.
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