Un equipo de investigadores e investigadoras de CONICET y de la Universidad de Buenos Aires, dieron a conocer los resultados de dos informes, en los que registraron presencia de arsénico en las aguas de, al menos, cuatro localidades de Chaco.
Alcira Trinelli, investigadora del CONICET y docente de la UBA, desarrolló las conclusiones en declaraciones a Radio Virtual 106.9, de la provincia norteña, y contó sobre los nuevos resultados que arrojaron las investigaciones del agua en Sáenz Peña, Avia Terai, La Tigra y Fuerte Esperanza.
“Empezamos a trabajar en este proyecto en el 2016, y el primer muestreo lo hicimos en el 2017”, reveló Trinelli.
En ese sentido contó que “el año pasado llevamos los primeros resultados; y este año con los dos muestreos consecutivos (2017 y 2018) podemos concluir ciertas cosas”, contó la investigadora.
Se estima que, al menos, cuatro millones de personas viven en regiones del país donde las aguas están contaminadas con arsénico y la llanura chaco-pampeana es la zona con más incidencia.
Pero, además, se encuentra en amplios territorios de la Pampa húmeda, sobre todo en el sur de provincias Córdoba y Santa Fe, y el norte y el sur de Buenos Aires también están alcanzados por este elemento químico.
El arsénico no tiene olor ni color pero su consumo crónico puede tener efectos como lesiones en la piel, cáncer, problemas de desarrollo, enfermedades cardiovasculares, enfermedades neurológicas, diabetes e, incluso, provocar la muerte.
El arsénico es un elemento natural que se encuentra en la corteza terrestre y fluye en las aguas superficiales y subterráneas. Proviene de la disolución de minerales, la erosión, la desintegración de rocas de la era cuaternaria y la deposición atmosférica. En este tipo de contaminación, la acción humana tiene escaso protagonismo, aunque algunas actividades como la minería pueden provocar su aparición.
Marta Litter, doctora en química de la Universidad de Buenos Aires e investigadora Superior del CONICET en la Universidad Nacional de San Martín, asegura que “tendría que haber agua segura para todo el mundo, pero un gran porcentaje de la población de la Argentina y de muchos otros países no tiene acceso a una red de distribución de agua apta para el consumo”.
Trinelli comunicó las conclusiones sobre las cuatro localidades analizadas. En Fuerte Esperanza, “el aislamiento de la población hace que, al no acceder al agua de algún acueducto del río, las posibilidades son el agua de pozo o el agua de cosecha de lluvia, y en el primer caso no es fácil de potabilizar”.
En Sáenz Peña, donde existe agua de red se encontró poco de arsénico. “No lo quiero minimizar pero los niveles son por debajo de la ?Norma Provincial que son 50 por billón”.
Por su parte, en Avia Terai, la ciudad “tiene problemas con el arsénico, pero también con las bacterias en el pozo de la avenida Kirchner; agua con bacterias que los revendedores cargan y salen a vender con las motos”, por lo tanto insistió: ?además de la falta de agua hay un negocio que se ha creado”.
Por último, en La Tigra, en la Colonia Mocoví, se encontró que, “en un pozo había escherichia coli (bacteria que forma parte de la microbiota del tracto gastrointestinal, por lo tanto se la relaciona a la materia fecal), y lo elevamos a la Administración Provincial del Agua (APA) el año pasado, a través de la Red de Salud Ramón Carrillo. Pero este año, nos encontramos con que extendieron el acueducto, y esto mejoró la vida de los hermanos”, expresó alentada.
Durante la entrevista, Trinelli remarcó que “la Tigra y Avia Terai son pueblos fumigados, donde las problemáticas se juntan”.
Finalmente, consideró que tras la escasez de acceso al agua potable en el Chaco, sumado a los problemas existentes de la comunidad, la misma debe llamarse a la lucha para que esta realidad cambie, y mejore las condiciones de vida de todas y todos.
*El trabajo de Investigación es realizado por el Grupo Extensión Universitaria Impenetrable Chaqueño (GEUIC), Universidad de Buenos Aires. Además el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Instituto de Geocronología y Geología Isotópica (Ingeis) y el Instituto Nacional del Agua.