El recorte de becas, la falta de insumos en laboratorios, el reciclado de elementos básicos como algodón y el riesgo de una nueva “fuga de cerebros”, son algunos ejemplos que muestran que el Conicet está “paralizado por un ajuste infernal”, aseguraron investigadores a Somos Télam y advirtieron que el organismo que esta semana fue distinguido como la mejor institución gubernamental en ciencia de América Latina podría quedar para fines de marzo “en una situación de colapso”.
El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) se ubicó por sexto año consecutivo en el primer puesto de las instituciones gubernamentales de ciencia en Latinoamérica y alcanzó el lugar número 20 a nivel mundial, según el prestigioso Ranking SCImago publicado el viernes.
Excelencia, en riesgo
Sin embargo, los investigadores del Conicet alertan que está en riesgo la excelencia de la institución y advierten: “Estamos en los albores de un nuevo éxodo importante de científicos en Argentina”.
“La situación real es que está paralizado todo el sector científico”, indicó a Somos Télam la investigadora Valeria Levi, vicedecana de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
“Estamos dejando de funcionar lentamente. No tenemos plata para lo mínimo, como papel de laboratorio o reactivos”, remarcó la doctora en Química.
La falta de insumos en laboratorios y el recorte de líneas de investigación son constantes que se repiten en los más de 280 Institutos y Centros exclusivos del CONICET y de doble y triple dependencia con universidades nacionales y otras instituciones que se distribuyen a lo largo y ancho del país.
Sin insumos
La asfixia presupuestaria llevada al extremo hizo que el Instituto de Estudios Sociales y Humanos (IESyH) de la provincia de Misiones se quede sin edificio porque ya no pueden pagar el alquiler, lo que los obliga a emprender una mudanza sin destino cierto aún.
“Nosotros estamos tan atrasados de insumos que estamos hirviendo algodón para reciclarlo”, explicó a Somos Télam Lucas Kreiman, becario doctoral en el laboratorio de Evolución que funciona en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
Kreiman cría moscas de la fruta a diferentes temperaturas en tubos de ensayos con un fondo de puré de papa y los tapa con algodón para que los insectos puedan respirar.
“Usamos puré de papa, levadura y algodón y ya nos está costando comprar eso”, indicó el biólogo que es integrante de Jóvenes Científicxs Precarizadxs (JCP).
Estudios claves
Estudiar cómo la temperatura afecta el ritmo de vida de las moscas es fundamental para saber dónde pueden instalarse en las próximas décadas teniendo en cuenta el cambio climático y también permite controlar a estas especies que causan daños millonarios en los cultivos de fruta fina en nuestro país y en todo el mundo.
A su vez, como las moscas son consideradas un “organismo modelo”, los hallazgos de la investigación se pueden extrapolar al comportamiento de otros insectos, como el mosquito Aedes aegypti que transmite el dengue y se expande por el aumento de temperatura.
Kreiman, de 31 años, está a la espera de recibir una beca posdoctoral para continuar sus investigaciones y aseguró que los becarios no tienen “certezas de continuidad laboral en el país”.
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