El gobierno de Javier Milei ha decidido emprender un ataque ideológico y sistemático contra las universidades públicas en Argentina, presentando argumentos que, a primera vista, buscan cuestionar la eficiencia y la función de estas instituciones.
Sin embargo, el trasfondo es mucho más preocupante: lejos de una preocupación real por la educación o la igualdad de oportunidades, estas medidas buscan profundizar la brecha social y desmantelar uno de los pilares de la movilidad social en el país.
Rodrigo Quiroga, bioquímico, investigador del CONICET y docente en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), ha sido una de las voces más críticas respecto a las recientes declaraciones de Milei sobre las universidades públicas. A través de un hilo en sus redes sociales, Quiroga desmiente los falsos argumentos del presidente, revelando la verdadera intención detrás de estas políticas.
Los datos son contundentes: las universidades públicas juegan un rol esencial para los sectores más empobrecidos del país, y su destrucción no solo afecta a los estudiantes actuales, sino también al futuro científico y tecnológico de Argentina.
Falsas premisas, datos reales
Uno de los primeros argumentos que utiliza el gobierno de Milei es que las universidades públicas solo benefician a los sectores privilegiados. Esta afirmación es completamente falsa. Según los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), dos de cada tres estudiantes de universidades públicas pertenecen a los deciles 1 al 6 de ingresos, es decir, son de sectores de bajos recursos. De hecho, el 48% de los estudiantes de estas instituciones se encuentran por debajo de la línea de pobreza. Estas cifras revelan que las universidades públicas son, en realidad, una herramienta de inclusión social fundamental para las personas de menores ingresos.
A pesar de estos datos, el gobierno insiste en que las universidades públicas son innecesarias y costosas, una retórica que esconde un claro desprecio por la educación como derecho. Milei critica principalmente a las universidades creadas en las últimas dos décadas, particularmente en el conurbano bonaerense, las cuales tienen una alta proporción de estudiantes que son la primera generación de universitarios en sus familias. Esta tendencia evidencia que, sin el sistema universitario público, la movilidad social para estos sectores sería aún más limitada.
Privatización encubierta: becas recortadas y una ciencia en peligro
Si el objetivo del gobierno fuera realmente facilitar el acceso de los sectores más vulnerables a la educación superior, las políticas deberían apuntar a fortalecer el sistema de becas y aumentar la inversión en la universidad pública. Sin embargo, lo que ha hecho el gobierno es recortar esas ayudas. Quiroga señala que lejos de aumentar las becas para estudiantes de bajos recursos, el gobierno las ha desfinanciado. Esto no es un error económico, sino una decisión política para debilitar la universidad pública y favorecer una eventual privatización de la educación.
Otro mito que Milei ha repetido es que las universidades “fabrican” egresados sin propósito o que no contribuyen al desarrollo del país. Este argumento no solo es falaz, sino peligroso. Quiroga recuerda que, además de la enseñanza, las universidades públicas son el motor de la ciencia argentina, generando la mayor parte de la investigación y la transferencia tecnológica que se realiza en el país. En un mundo donde la ciencia y la innovación son claves para el desarrollo, desmantelar este sistema equivale a condenar a la Argentina a décadas de atraso.
El sistema científico está siendo atacado con la misma virulencia que las universidades. El recorte presupuestario ha paralizado proyectos y generado un éxodo de científicos y profesionales que buscarán mejores oportunidades en el exterior. Según Quiroga, reparar el daño causado por estas políticas puede llevar décadas. El costo de revertir la crisis actual es ínfimo en comparación con las pérdidas que suponen la desarticulación de la ciencia y la educación pública. Sin embargo, el gobierno justifica estas medidas bajo la excusa del “superávit fiscal”, una pantalla para ocultar sus verdaderos fines.
El cinismo de atacar a la universidad en nombre de los pobres
Quizás el mayor cinismo del discurso de Milei es usar la idea de la “igualdad” para atacar a las universidades públicas. Alega que estas ya no son una herramienta de movilidad social y que, en todo caso, lo que hacen es generar más desigualdad. Esta afirmación es completamente falsa. La evidencia muestra que entre los egresados universitarios, la tasa de desempleo es significativamente menor y el salario promedio es mayor en comparación con los trabajadores que no tienen estudios superiores. Es decir, la universidad sigue siendo una de las principales herramientas de movilidad social en Argentina, algo que Milei y su gobierno prefieren ignorar.
Quiroga concluye que el ataque de Milei a las universidades es puramente ideológico. No se trata de una preocupación genuina por mejorar el acceso de los pobres a la educación. Si ese fuera el caso, habría incrementado las becas, habría fortalecido el sistema educativo y habría promovido la investigación científica. Pero no lo ha hecho. Por el contrario, ha utilizado la excusa de la igualdad para justificar el vaciamiento de las universidades y el sistema científico.
Un futuro incierto sin universidad pública ni ciencia
El hilo de Rodrigo Quiroga deja en claro que lo que está en juego no es solo el presente de las universidades, sino el futuro del país. La universidad pública es un pilar fundamental para el desarrollo social, económico y científico de Argentina. Su desmantelamiento, en nombre de una ideología neoliberal, es un acto de traición al pueblo argentino, que necesita más educación y más ciencia, no menos.
La parálisis del sistema científico y el éxodo de profesores y científicos no es una cuestión económica, es una decisión política. Los costos para revertir esta situación son mínimos comparados con los daños que está generando. Sin embargo, el gobierno ha decidido que la ciencia y la universidad pública no son una prioridad. Con este ataque, se está comprometiendo el futuro de generaciones enteras.
Es hora de que la sociedad y los legisladores tomen conciencia de la gravedad de estas decisiones y actúen antes de que sea demasiado tarde. Un país sin educación y sin ciencia es un país sin futuro.
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