Adquirir las tecnologías más costosas para liderar el mercado puede ser, además de una utopía para la mayoría de las empresas locales, lo contrario de un auténtico proceso de innovación y desarrollo. Una innovación genuina debe partir de las necesidades reales de la producción local y satisfacer las demandas de la sociedad: creación de empleo, distribución de riqueza, multiplicación de oportunidades.
El conocimiento que aportan las universidades, junto con las herramientas financieras y técnicas que aporta el Estado, son un factor decisivo para eso. Pero no alcanza con que cada actor cumpla su papel: hace falta una interacción sostenida y organizada, que determina las posibilidades de desarrollo de un país o una región: la vinculación tecnológica.
No se hace sola
El mito de que la competitividad de las empresas sólo se logra reduciendo costos y salarios no se verifica en las economías altamente industrializadas del mundo, señaló el ingeniero Carlos Gianella en el Encuentro de Vinculación Tecnológica del Conurbano realizado días atrás por el Centro Universitario Pyme (CUP) de la Universidad Nacional Guillermo Brown (UNaB).
La competitividad –explicó Gianella– tiene que ver con un sistema de circulación del conocimiento en el entramado productivo, que posibilita la innovación en los procesos y en los productos, y que en países europeos y en Japón está plenamente institucionalizada y no depende sólo de iniciativas de una empresa en particular: “Por eso cuando hablamos de creación de empleo, distribución de la riqueza y competitividad de las empresas no estamos hablando de cosas diferentes: estamos hablando de lo mismo”.
La vinculación no se hace sola: requiere el trabajo de identificar las demandas y necesidades concretas y conectar las capacidades de la universidad con las del sector socio-productivo. “Nuestro gran desafío será sistematizar e institucionalizar las buenas prácticas de innovación y aprendizaje que trabajadores y empresas llevan adelante”, dijo Gianella, en referencia a conocimientos como el que, por ejemplo, le permiten a un trabajador obtener el mayor rendimiento de la máquina con que opera, o el que un proveedor puede brindarle a su cliente para optimizar recursos críticos de la cadena productiva.
Los Centros de Servicios y Vinculación Tecnológica
La labor de los centros de servicios y de vinculación tecnológica –como el CUP, en el Sector Industrial Planificado de Almirante Brown– busca que estas buenas prácticas se transformen en un conocimiento capaz de circular y “contagiar” procesos de innovación en las empresas.
Automatizar no es deshumanizar
Alberto Briozzo, director de la Unidad de Transformación Digital de la UNaB, sostuvo e que una de las tareas clave de la vinculación tecnológica –muy en particular a nivel local– es ayudar a las empresas a “automatizar sus procesos internos”. Esto significa ni más ni menos que incorporar tecnologías de gestión de modo que las funciones vitales de la empresa en cada una de sus áreas se encuentren automatizadas. Así se evita una organización disfuncional –a veces típica– en la que “todos son responsables de todo, y a la vez, de nada”.
“Por eso la transformación digital no es algo que pueda depender sólo del área de informática de cada empresa, sino que se trata de procesos de transformación transversales a todas las áreas de la empresa y va acompañado por un cambio en la cultura organizacional”, señaló Briozzo.
Encuentro sobre Vinculación Tecnológica: