El Coordinador del Programa Nacional de Biotecnología del INTA, Sergio Feingold, se refirió al proyecto biotecnológico con el que el país, junto a México, avanza para eliminar de manera paulatina, el uso de herbicidas en los cultivos, entre los productores.
El proyecto biotecnológico, que reúne a científicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), del Instituto Politécnico Nacional, de México, y de las empresas de base tecnológica (EBTs), Bioceres, de Rosario, su socia Nature Source Improved Plants (NSIP) y la “spin-off” mexicana Stelagenomics, es una iniciativa basada en transgénicos que reduce el impacto negativo de las malezas en los cultivos, sin uso de herbicidas.
De acuerdo a un estudio de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina es el país que más glifosato usa en el mundo per cápita. Son 10 litros por habitante por año. Cuando comenzó a utilizarse hace más de décadas, se usaban en el país 3 litros de glifosato por hectárea por año y hoy el promedio es de 15 litros de glifosato por hectárea por año.
¿Maleza?
En Gobierno de Científicos, por Radio Caput, Feingold, quien es ingeniero agrónomo, explicó que “el desarrollo consiste en cambiar la percepción un poco sobre lo que es la maleza en los cultivos, y tener una mirada sistémica dónde los cultivos convivan con la maleza” y aseguró que “las malezas son denominadas así porque son plantas que crecen donde no queremos que crezcan, y sin embargo lo hacen de una manera súper eficiente, en la captación de recursos porque captan mejor el agua, la luz, los nutrientes que los cultivos, pero los herbicidas inclinan la balanza para el lado de los cultivos”.
“El desarrollo trata de devolverle a los cultivos su capacidad de competencia con las malezas, en ausencia de herbicidas, en la captación de el fósforo”, explicó Feingold, y detalló que “lo que se le devuelve al cultivo es la capacidad de competir más eficientemente con las malezas, por luz, agua y fósforo”.
El coordinador del Programa Nacional de Biotecnología del INTA explicó que “esta no es una estrategia en la que se usa un herbicida, sino que lo que se hace es mejorar la capacidad competitiva de los cultivos”, por lo que “vamos a poder controlar malezas que sean resistentes, y así cualquier otra planta que esté creciendo en comunidad con el cultivo va a haber minimizado su potencial impacto en la reducción del rendimiento”.
El especialista aseguró que “Esto tiene un impacto ambiental positivo, manteniendo una comunidad de malezas por debajo del canopeo de los cultivos, contribuyendo al mantenimiento de la biodiversidad asociado a la maleza, hay microbiomas e insectos benéficos, y funciona como un mitigador de la erosión hídrica”.
Política de Estado y terriorialidad del proyecto
Sergio Feingold explicó que la iniciativa tiene un aspecto importante y transversal que es la necesidad de introducir una iniciativa que convenza a los productores sobre la importancia de su uso, partiendo de la productividad.
“Los mismos productores están convencidos que usan demasiado Glifosato”, dijo Feingold, y aseguró que “este es un proyecto muy ambicioso, porque si queremos lograr la reducción sostenible y constante del uso de herbicidas no puede ser que lo adopte un sólo productor, tiene que ser adoptado en grandes hectáreas, para que el impacto de la disminución se haga sentir en el ambiente”.
En tal sentido, aseguró que “no va a ser el acompañamiento de un productor lo que nos va a sacar adelante, por eso es importante el acompañamiento que tenemos desde Cancillería y el Ministerio de Agricultura, porque esto tiene que tener proyección de política de Estado, o el impacto a nivel regional no va a poder ser percibido”.
Feingold confió que “la tecnología va a generar convencimiento en los propios productores” y sostuvo que “esta aproximación pone a la biotecnología del lado de los buenos porque siempre se la asoció directamente con la aplicación del glifosato, y la transgénesis y la biotecnología no son malas per se, y pueden contribuir a una aproximación agroecológica productiva”.
El ingeniero agrónomo explicó que “la expansión de la soja le generó a Argentina ingresos de divisas importantes y el Estado no tuvo que decirle al productor que implementen la tecnología, y el camino es mostrar que la tecnología genera beneficios al productor al ambiente y al resto de la comunidad, porque hoy estamos frente a un conflicto urbano-rural por el uso de agroquímicos de difícil solución, y esto no es un lugar cómodo para el productor agropecuario y la sociedad”.
“Esto viene a traer un acercamiento para resolver un conflicto que no nos hace bien a nadie como sociedad que se profundice”, cerró Sergio Feingold.
Sergio Feingold, de perfil
Sergio Feingold es Ingeniero Agrónomo graduado en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires y realizó estudios de Maestría y Doctorado en proteínas de reserva relacionadas con la calidad en trigo.
Fue uno de los pioneros en el país en el uso de marcadores moleculares y mapas genéticos aplicados al mejoramiento vegetal, tanto en el ámbito público como privado.
Desde 1999 es responsable del Laboratorio de Agrobiotecnología del Área de Investigación en Agronomía del INTA de Balcarce, especializándose en Genómica Funcional en Solanum sp. Ha sido el Investigador Responsable por Argentina en el Consorcio de Secuenciación del Genoma de la Papa (PGSC; www.potatogenome.net).
Los proyectos actuales de su equipo de investigación se orientan al estudio de genes responsables de la calidad industrial y nutricional de la papa, la síntesis de metabolitos secundarios y la adaptación y uso de nuevas tecnologías de edición génica en plantas. Desde 2014 coordina el Programa Nacional de Biotecnología del INTA de Argentina.