El dengue, la principal enfermedad transmitida por la picadura de estos insectos en Argentina, no se detuvo durante el invierno, especialmente en el Noreste, y según el Boletín Epidemiológico Nacional 2023 hubo más de 134.000 casos y 68 muertos en todo el año. Las tasas de mortalidad más elevadas se registraron en mayores de 80 años.
En la segunda quincena de noviembre, se registraron más de 170 casos autóctonos de dengue en ocho provincias: Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires, Chaco, Córdoba, Corrientes, Formosa, Santa Fe y Salta. Y en diciembre se detectaron contagios en Tucumán, Misiones, Entre Ríos, San Luis y Santiago del Estero.
El mosquito vector del dengue —y también de zika, chikungunya, fiebre amarilla y, potencialmente, más de 50 virus— es el Aedes aegypti. El vector es el que lleva el agente patógeno desde una persona que está infectada con el virus hasta otra que está sana, es decir el que oficia de trasmisor, de intermediario.
En este escenario, hace pocos días el Ministerio de Salud de la Nación instó a reforzar medidas y cuidados para evitar los contagios, como “eliminar los criaderos de mosquitos (todos los recipientes en desuso que puedan acumular agua), evitar las picaduras, y realizar la consulta temprana en caso de presentar síntomas de la enfermedad”. También remarcaron la necesidad de dar vuelta, tapar o resguardar los objetos útiles que se encuentran en el exterior y pueden acumular agua de lluvia o riego; cepillar, limpiar y cambiar el agua de bebederos de animales cada 2 o 3 días, y evitar plantas en recipientes con agua o cambiarla frecuentemente.
Pero, en paralelo, algunos recientes desarrollos de la ciencia trajeron buenas noticias.
El desarrollo nacional
En primer lugar, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) aprobó en abril de 2023 el uso de la vacuna del laboratorio Takeda (TAK-003) contra el dengue, indicada para todas las personas mayores de 4 años, hayan tenido o no la enfermedad.
Por otro lado, un equipo del Instituto de Medicina Regional (IMR), perteneciente al CONICET y a la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) desarrolló un dispositivo para detectar criaderos y evitar así que se desarrollen los mosquitos adultos que trasmiten el virus.
El desarrollo consiste en una mejora de lo que habitualmente se llama “ovitrampa”, un dispositivo capaz de detectar la presencia de la hembra del mosquito.
Actualmente, existe uno que, si bien es muy económico desde su fabricación, requiere muchos recursos humanos. Consiste en un frasco de color oscuro, dentro del que se pone un poco de agua y una paleta de madera similar a un bajalenguas que se deja en distintos hogares de la zona que se quiere estudiar. La hembra del mosquito busca esos recipientes para depositar sus huevos. Estas ovitrampas tienen el problema de que, para evitar que se conviertan en criaderos cuando llueve y monitorear una zona, hay que colocar muchas y pasar regularmente a ver si hay huevos y vaciarlas, lo que requiere de mucho personal.
“Lo que existe y se utiliza en algunos municipios, no en todos, es costoso en términos de capital humano y recursos materiales. La propuesta que nosotros hacemos es fabricar un dispositivo electrónico que no requiera esta revisión semanal”, explica Marina Stein, doctora en Biología y directora del proyecto.
El nuevo desarrollo puede captar la presencia de la hembra sin permitirle que coloque los huevos al impedirle el contacto con el agua mediante una malla. “El dispositivo tiene una cámara en su interior. Una vez que le saca la foto, un software envía ese registro a una central. Está pensado para funcionar con pilas o conectado al sistema eléctrico —agrega Stein—. Lo que se sabe es que si existe la hembra en esa vivienda, seguramente hay criaderos en esa manzana. Esto permite un registro de su presencia de la especie y funciona como una alerta para que las autoridades inicien las actividades de control de criaderos, y prevenir así la existencia del adulto”.
Esta nueva ovitrampa permitiría monitorear grandes territorios como la Ciudad de Buenos Aires, donde se requeriría colocar unos 80 o 90 dispositivos.
Invertir en ciencia
Stein plantea que este desarrollo es “una herramienta más, no es la solución al problema, pero es un aporte a un trabajo integral que se complementa con distintas herramientas: la vacuna, la campaña de difusión, la educación en la escuela” para evitar que se produzcan tantas epidemias en la Argentina.
La elaboración de esta ovitrampa fue posible gracias al Instituto Chaqueño de Ciencia, Tecnología e Innovación (ICCTI), que depende de la provincia, y ofició de nexo entre la UNNE, el CONICET y los privados, que aportarán el software.
La investigación, por su parte, se financió con dinero del Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCyT), que depende de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, parte del desaparecido Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Éste, desde la asunción de Javier Milei, se transformó en una Secretaría coordinada por el contador y empresario Fintech, Alejandro Cosentino, quien no proviene de la ciencia.
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