Periferia

21 de Septiembre de 2021

Desarrollan un biosensor para monitorear la calidad del agua del río Matanza

El proyecto lo coordina una científica del CONICET junto a ACUMAR, y apunta a facilitar la detección de arsénico, nitrato, plomo y otros elementos perjudiciales para la salud.

El CONICET comunicó los avances que está llevando adelante un equipo de científicos y científicas del organismo sobre un biosensor con el que realizarán monitoreos sobre la calidad del agua de la cuenca del Río Matanza.  

El río es uno de los más contaminados y habitados del país, ya que atraviesa 14 municipios, entre la Ciudad de Buenos Aires y la Provincia, y a la vera suya se emplazan unas ocho mil industrias. Pero, además, a su paso se encuentran asentadas seis millones de personas que padecen las consecuencias diarias de los contaminantes que son arrojados.  

Periferia dialogó con ACUMAR, desde donde confirmaron que hoy son alrededor de 800 las empresas que son consideradas contaminantes, aunque el problema de la contaminación no se circunscribe únicamente a las industrias, sino a la inexistencia, en muchos municipios, de la infraestructura cloacal necesaria.  

Por eso, el organismo mantiene encuentros constantes con jefes comunales de los diferentes distritos para avanzar en el desarrollo de obras, y tiene en carpeta tres mega-proyectos para antes de 2023. 

Además de estos trabajos institucionales, en la convocatoria “Ciencia y Tecnología contra el Hambre”, del Ministerio de Ciencia, se seleccionó a 147 iniciativas, entre las que se encuentra el desarrollo de este biosensor con el que, desde el CONICET, buscan aportar a la descontaminación de la cuenca. 

Se trata de un biosensor fácil de usar, portátil y accesible que determina la calidad de agua que consumen los habitantes de la Cuenca Matanza-Riachuelo “y contribuye a garantizar su seguridad hídrica”, explica Daiana Capdevila, coordinadora de la iniciativa e investigadora adjunta del CONICET en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBA-CONICET-Fundación Instituto Leloir). 

“La falta de acceso al agua potable es un problema global y como también afecta a un porcentaje de la población de nuestro país, decidimos enfocarnos en el desarrollo de una tecnología que monitoree la calidad de un recurso clave para la vida humana y validarla en la Cuenca Matanza-Riachuelo de manera coordinada con organismos que trabajan en ese territorio”, explica Capdevila. 

El proyecto se desarrolla en cooperación con la Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR), la entidad estatal que hace más de diez años se dedica a monitorear las fuentes de agua en la Cuenca Matanza-Riachuelo, en particular las áreas que no están vinculadas al agua de red. 

Con base en ROSALIND 

En Estados Unidos, Capdevila y sus colegas desarrollaron un biosensor de un dólar bautizado ROSALIND  que detecta 15 contaminantes en agua, incluyendo metales como cobre, plomo, zinc y cadmio; varios tipos de antibióticos; y hasta elementos presentes en maquillaje. 

Ahora, Capdevila y su equipo trabajan para extender el uso de ROSALIND con el fin de detectar diferentes contaminantes perjudiciales para la salud como arsénico, nitrato y plomo y determinar si la muestra de agua analizada resulta apta para consumo humano. 

ROSALIND imita un sistema de proteínas que tienen las bacterias para detectar y defenderse de metales. Ante la presencia de un contaminante, fabrica exclusivamente unas moléculas que dan un color verde observable a simple vista y que funciona como “alerta”. 

“El objetivo es tener los sensores en el campo de acá a un año. La validación vamos a arrancarla junto con ACUMAR que aporta un invaluable conocimiento del territorio y está en contacto con distintos organismos que pueden colaborar con ese objetivo porque la Cuenca Matanza-Riachuelo se está muestreando constantemente”, indica  Capdevila. 

“Desde el principio me vengo enamorando de este proyecto que para mí es una evidencia muy fuerte de que hacer ciencia básica en Argentina puede ayudar a resolver problemas de las argentinas y los argentinos”, agregó. 

Por el diseño de este proyecto, Capdevila ganó el Premio Nacional L´Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” 2020 en la categoría Beca. La investigadora también realiza ciencia básica para aportar al desarrollo futuro de terapias eficaces contra las bacterias multirresistentes a antibióticos que figuran en la lista de prioridad de la Organización Mundial de la Salud: Enterococcus faecalis, Acinetobacter baumanii y Streptococcus pneumoniae. 

Del proyecto también participan Sofía Liuboschitz, tesinista de licenciatura, y Matías Villarruel, becario del CONICET, ambos integrantes del grupo de Capdevila. 

Fuente: FIL. 

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