La investigadora principal del CONICET, Juliana Cassataro, quien se encuentra a cargo del equipo de científicos y científicas que llevan adelante el proyecto vacunal argentino contra el coronavirus confirmó que el desarrollo está a punto de ingresar a la etapa de prueba en humanos.
El desarrollo en laboratorio cuenta con el financiamiento del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, a cargo de Roberto Salvarezza, a través de la Agencia de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), luego de haber sido seleccionada entre otras 63 iniciativas de la convocatoria Ideas Proyecto “IP Covid”, en abril de 2020.
“Nuestro proyecto está en etapa preclínica, de ensayo en animales, casi a punto de terminar esta fase. En estos seis meses demostramos, en el laboratorio, que la fórmula que elegimos, basada en proteínas recombinantes, induce anticuerpos que neutralizan al virus. Ahora estamos hablando con empresas locales que tengan la capacidad de producir este prototipo en condiciones GMP para poder empezar una fase de prueba en humanos”, explicó la investigadora en diálogo con Clarín.
La vacuna en la que están trabajando los científicos argentinos no se basa en ninguna de las plataformas que utilizan las que ya fueron aprobadas, como la de Moderna y Pfizer, o como la Sputnik que se aplica en el país y que consiste en dos dosis, cada una con un vector de adenovirus diferente.
Proteínas recombinantes
Las fórmulas que ensayó el equipo argentino, y que dieron como resultado un prototipo viable listo para transferir a otra etapa, utilizan proteínas recombinantes. “Tomamos diferentes partes del virus, como por ejemplo su proteína Spike, para producirlas en laboratorio. Esas proteínas, que son proteínas recombinantes, que nosotros producimos con células en el laboratorio, las purificamos. Logramos que queden recontra puras, de modo que al ingresar al organismo no infecten las células pero sean reconocidas por el sistema inmunológico para generar los anticuerpos necesarios y defenderse del virus real”, explicó el proceso Cassataro.
“A la fórmula se le agrega algo más para tener una respuesta inmune deseada. Por eso estudiamos diferentes compuestos. Es decir, utilizamos prototipos con distintas formulaciones y mezclas. Hay que probar la dosis del antígeno, la cantidad, la dosis del otro compuesto. Una gran cantidad de combinaciones. Todo eso lo probamos en animales, estudiamos la respuesta inmune y seleccionamos las mejores fórmulas que induzcan los mejores anticuerpos neutralizantes del virus. A eso nos dedicamos en estos seis meses. Producimos, inmunizamos e hicimos un screening: seleccionamos entre muchas posibilidades. Y logramos un muy buen prototipo y otros dos que son más o menos”, completa la científica.
En busca de escala de producción
Cassataro aclaró que el desarrollo en el que trabajan apenas es una parte de la labor necesaria para que el país cuente con una solución vacunal para combatir el avance del virus.
“Hacer una vacuna es una frase que suena muy linda, pero no se puede lograr solamente en mi laboratorio. Nosotros solos no vamos a poder concretarla”, dijo Cassataro, y explicó que “lo que sí pudimos, en esta primera etapa, fue poner a punto las técnicas para estudiar su respuesta inmune”.
Sin embargo, “para avanzar hay que transferir el prototipo a una empresa que pueda producirla con una manufactura regulada por ANMAT, lograr que se apruebe y pasar a una fase 1”, dijo Juliana Cassataro, y agregó que “ahí seríamos parte de una cadena que lamentablemente, en la Argentina, no está conectada”, agregó Cassataro.
Decisión política de largo plazo
“En el país tenemos buenos científicos que pueden trabajar bien en un laboratorio. Tenemos también la posibilidad de ensayos clínicos (en humanos) buenísimos. Aquí se hicieron los de Pfizer y están en marcha los de una vacuna china. Además, existen empresas con capacidad de producir, por ejemplo, un principio activo de la vacuna de Oxford. Los eslabones están, pero falta el envión para empezar. Y, por supuesto, como se trata de un proceso largo y muy costoso, se necesita un amplio financiamiento y una decisión política a largo plazo”, completa la científica.
Y cierra: “Nosotros vamos a tardar seguramente mucho más tiempo del que la sociedad demanda en este momento, pero si estas vacunas que ahora se compraron y se están aplicando en nuestro país requieren refuerzos anuales, en un futuro estaría buenísimo poder hacerlas acá y que estas capacidades existan en la Argentina”.