Reconocida recientemente por la Sociedad Linneana de Londres, la bióloga Sandra Díaz -una de las primeras mujeres latinoamericanas en integrar el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC)- sostuvo que “la velocidad” con la que están ocurriendo hoy los cambios en la naturaleza producto del accionar humano es “inédita” en la historia y desafía “la capacidad de adaptación y resiliencia de muchísimos sistemas”.
Para ver a Sandra Díaz hay que atravesar la Avenida Vélez Sarsfield e ingresar al predio de la Universidad Nacional de Córdoba, al sur de esa ciudad capital. Allí, la investigadora superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) dirige un equipo de profesionales del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal que tienen una misión: interrelacionar la biodiversidad con el bienestar humano.
Díaz es referente a nivel mundial en temas de biodiversidad y cambio climático en ecosistemas vegetales. Uno de sus principales postulados recae en comprender cómo las plantas reaccionan con el ambiente y afectan a otros seres vivos, incluidos los humanos.
Fue una de las primeras mujeres latinoamericanas en integrar el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), el principal órgano científico para la evaluación del Cambio Climático mundial, y formó parte del grupo de expertos y expertas que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2007 por el trabajo que reveló más de un millón de especies en peligro de extinción a raíz de la actividad humana.
En 2019 fue considerada una de las personas más destacadas en la ciencia por la revista Nature.
Recientemente, la académica fue reconocida por la Sociedad Linneana de Londres con la Medalla Linnean por sus destacados aportes a la ciencia. Este premio que se otorga desde 1988, reconoce la labor destacada de científicos y científicas de todo el mundo en temas de botánica, zoología y ecología.
Télam-Confiar: ¿Qué significó para usted el reconocimiento de la Sociedad Linneana de Londres?
Sandra Díaz: Recibirlo para mí fue un gran honor y una gran sorpresa. Un gran honor porque es una sociedad muy antigua y prestigiosa, y tiene que ver con la historia natural.
Para alguien que intenta hacer interdisciplina como yo, es muy importante y me parece que sin duda ayuda a visibilizar este trabajo que tratamos de hacer desde mi equipo todos los días en Córdoba y también desde los equipos con los que interactuó internacionalmente en distintos ámbitos.
T-C: ¿Cree que es también un reconocimiento a la ciencia argentina?
S.D.: La ciencia argentina siempre ha sido de mucha calidad. La ciencia pública argentina siempre ha sido muy seria, de mucho nivel, muy abnegada. A lo largo de las décadas y a pesar de las enormes dificultades, la persecución que hubo en muchos momentos, la falta de recursos que hubo casi siempre, me parece que claramente es muy fuerte. Una y otra vez muestra que a pesar de todas las limitaciones es fuerte.
T-C: ¿A qué se refiere el concepto de historia natural? ¿Cree que hay una revalorización de dicho concepto?
S.D.: Se refiere al interés científico, artístico o vivencial por la naturaleza, o sea las plantas, los animales, los ecosistemas, los paisajes. Es muy antigua, por eso para algunos tiene cierto tufillo de “anticuada”. Pero hoy vemos un resurgimiento, una revalorización de lo que significa entrar en contacto con la naturaleza en contexto, y de integrar los abordajes científico-analíticos, artísticos y simplemente experienciales. El valor de estar en contacto con el resto de la naturaleza es enorme, tal como lo demuestran muchos estudios científicos recientes.
Me atrevería a decir que la historia natural se ha vuelto a poner de moda, con las investigaciones eco-sociales, los proyectos participativos multi-actorales, las experiencias de fusión arte-ciencia y la ciencia ciudadana.
T-C: ¿Cuál es el lugar que tiene hoy el conocimiento y cuidado de la naturaleza en la toma de decisiones?
S.D.: Hoy en día se explota la naturaleza y lo que se prioriza es la ganancia a corto plazo de la minoría que tiene el poder de explotarla. Todo lo que es el daño ambiental y social son lo que se llama externalidades, entonces, la idea es internalizar los valores del cuidado de la naturaleza. Que el cuidado de la naturaleza esté internalizado en la política económica, esté internalizado en la legislación, en la política energética, en el desarrollo de infraestructura.
Por ejemplo, los derechos humanos y la salud están internalizados, uno no puede hacer un desarrollo inmobiliario o un camino o una nueva actividad si eso va en contra de la salud humana porque la ley no lo permite. Lo mismo debería pasar con el cuidado de la naturaleza que en todas las actividades se tenga en cuenta no dañar. Para mí la solución es cambiar modelos económicos muy de fondo.
T-C: En ese sentido, ¿Qué lugar tienen las acciones ciudadanas sobre el cuidado de la naturaleza?
S.D.: Me parece que poco a poco la gente se va apropiando de la información y se va empoderando. Cuando empecé a trabajar con cuestiones de cambio climático- hace un montón de tiempo- la mayor parte de la gente no creía en el tema, no solamente la mayor parte de la gente de la sociedad, sino la mayor parte de los científicos. Me acuerdo de dar charlas donde me decían: ¿y ustedes qué evidencia tienen de que eso es así?
Hoy en día a nadie se le ocurriría discutir el tema del cambio climático. Es un tema que está por todos lados. Por ejemplo, hay montones de organizaciones de la sociedad civil que están reverdeciendo la ciudad a pesar de que no es fácil. En la misma ciudad universitaria -de la Universidad Nacional de Córdoba- hay un montón de parchecitos de especies nativas aquí y allá. Eso son pequeños pasos, no tenemos una victoria resonante y definitiva, pero sí hay pequeños pasos y me parece que hay que seguir peleándola
T-C: Hay teorías que sostienen que cambios climáticos hubo muchos en la historia, ¿Cuál es su postura?
S.D.: Sí, claro que hubo muchos cambios a lo largo de la historia del planeta, incluyendo la última Edad del Hielo, que ocurrió cuando los seres humanos anatómicamente modernos ya existían, y de hecho la sobrevivieron. Pero lo que es inédito es la velocidad con que están ocurriendo los cambios que hoy vemos. Esto desafía la capacidad de adaptación y resiliencia de muchísimos sistemas. Lo mismo pasa con la crisis de la biodiversidad: hubo eventos dramáticos de extinción en el pasado, con desaparición de especies mucho más drásticas que la que hoy enfrentamos. Pero esta vez es por nuestra causa y las consecuencias para nuestro modo de vida serían dramáticas, además esta vez podemos hacer algo.
Nota: Télam-Confiar, plataforma con información especializada en ciencia, salud, ambiente y tecnología (www.telam.com.ar/confiar).
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