Los bioinoculantes son microorganismos vivos que se agregan a las semillas y a las plantas de cultivo para favorecer su crecimiento, en sustitución de los fertilizantes y agroinsumos de síntesis química, con el propósito de producir más alimentos o, ahora también, de remediar suelos contaminados.
“La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) dice que los precios de los fertilizantes van a seguir aumentando y que, por lo tanto, acelerar el desarrollo de innovaciones en materia de biofertilizantes puede ayudar a América latina a consolidar su papel como exportador de alimentos”, indicó Godeas, para abrir la conferencia.
Aquí en la Argentina, se producen bioinoculantes para el agro de tipo bacteriano, como el rizhobium que se emplea para fijar nitrógeno en soja y pasturas, o las pseudomonas fluorescens, que también benefician el desarrollo de los cultivos. Otro tanto ocurre con los de tipo fúngico, como el Penicillium bilaiae, que solubiliza fósforo, o las trichodermas, empleadas para controlar enfermedades en cultivos de soja, maíz, trigo y arroz. Y, además, se encuentran bioinoculantes en base a consorcios microbianos, como los que se usan para controlar los hongos en silos de forraje.
Bioinoculantes
La investigadora hizo hincapié, precisamente, en las posibilidades que ofrecen los bioinoculantes a la hora de sustituir al menos en parte a los fertilizantes químicos. Se refirió, por un lado, al importante gasto energético empleado en la producción de estos últimos y a la liberación de gases de efecto invernadero correspondiente. Y por otro, a los efectos ambientales provocados por su utilización, que incluyen desde la filtración de residuos a las aguas subterráneas hasta la contaminación del suelo.
“Hay presencia de metales pesados no esenciales en baja concentración en el suelo de la Pampa húmeda, que están en la fosforita y que se transfieren al suelo, a las plantas y luego a los alimentos, a partir de los fertilizantes que contienen fósforo y que se emplean en los cultivos”, puntualizó.
“El proceso de recuperación de suelos es muy costoso, porque hay que hacer lavados que arrastren los metales pesados. Lo que se aplica ahora es la fitorremediación, mediante la cual se apoya a las plantas con bioinoculantes, para que el proceso sea más eficiente, ya que es económico, pero lento”, señaló la investigadora, quien precisamente trabaja en el desarrollo de un bioproceso reductor de cadmio rizosférico, para bajar la concentración de ese metal en suelos de plantaciones de cacao de Venezuela y Ecuador.
“En el norte de nuestro país, con la explotación del litio, vamos a tener una fuente de contaminación, como ocurrió en Catamarca, con el oro. Esto también representa una gran oportunidad para el empleo de esta técnica de fitorremediación, que permite remediar los suelos y evitar que la contaminación llegue a las fuentes de agua”, completó.
La disertación se realizó en el marco del ciclo de conferencias abiertas a la comunidad que viene desarrollando el Instituto Universitario para el Desarrollo Productivo y Tecnológico Empresarial de la Argentina (IUDPT). En esta ocasión, participaron el presidente de la Cámara de Instituciones de Diagnóstico Médico (CADIME) y fundador del IUDPT, Guillermo Gómez Galizia; el rector del IUDPT, Mariano Álvarez; la vicerrectora, Mariana Iurman, quien moderó la conferencia, y el presidente de la Cámara Argentina de Bioinsumos, Roberto Rapela, junto con estudiantes y miembros de la comunidad.
Seguir leyendo:
Aprobaron en Misiones una ley que promueve la producción y el uso de bioinsumos
Panamá realizó el Primer Foro Panamericano de Bioinsumos
Julio Aráoz: “La fábrica de bioinsumos atenderá las demandas de los pequeños productores”