Científicos de la Universidad de La Plata alertaron sobre la presencia generalizada de glifosato “en todo nuestro sistema ambiental”. Se trata de un herbicida de amplio espectro, desarrollado para la eliminación de hierbas y de arbustos.
Su acción tiene efecto por contacto con las hojas y algunos estudios proponen su traslocación desde las raíces. El uso de este herbicida es objeto de controversia desde el punto de vista toxicológico y ambiental.
Un grupo de investigadores platenses elaboraron un informe en el que destacan que los argentinos tenemos una exposición continua y sostenida a este compuesto y a otros tantos plaguicidas.
Es que, en el país hoy se usan 107 plaguicidas prohibidos en el mundo, y ello expone el marco de la situación por la que un gran número de organizaciones sociales, ambientales y vecinos autoconvocados expresan su malestar ante la explotación intensiva del “agronegocio”.
En mayo se conoció que el 33% de los herbicidas utilizados a nivel mundial es considerado ?altamente peligroso? por la Organización Mundial de la Salud. Es que denuncian contaminación de recursos y muertes “silenciosas”.
En un marco de avance del mercado de agroquímicos y semillas a contramano de la agroecología, un informe de mayo de este año reveló que Argentina utiliza una porción importante de los plaguicidas considerados “altamente peligrosos” por la OMS.
Desregulación del mercado de agrotóxicos
“Hoy podés comprar plaguicidas en una ferretería, en lugares donde venden alimentos para mascotas, incluso en los supermercados. Tenemos una venta muy flexibilizada y la gente hace uso de ellos sin conciencia de los efectos”, expresaba Javier Souza Casadinho, ingeniero agrónomo, docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y presidente de Red de Acción en Plaguicidas de América latina (Rapal) que nuclea a instituciones, asociaciones y universidades de 11 países de la región que investigan, capacitan y denuncian los efectos nocivos de estos productos en la salud socioambiental.
“Está tan naturalizado el acceso y uso de los plaguicidas que también en forma cotidiana se utilizan en las plazas, sobre los animales y hasta en el pelo de los niños con los piojicidas”, agrega Souza Casadinho que publicó recientemente una investigación sobre el uso en Argentina de plaguicidas altamente peligrosos.
Entre los plaguicidas fuertemente dañinos, que fueron vedados en otras regiones del mundo por su peligrosidad y posibilidad de generar deterioros crónicos en la salud de las personas, se destacan los herbicidas “Atrazina” y el “Paraquat”.
Existen relevamientos en niños en zonas fumigadas donde se ha demostrado el daño genético respecto a un grupo control, el que ha sido asociado con la exposición a plaguicidas.
Primeros en el uso de agrotóxicos
Particularmente, el glifosato ha sido asociado a Linfoma no Hodgkin, en aplicadores en Estados Unidos.
Damián Marino, científico del Centro de Investigaciones del Medioambiente (CIM), un organismo de doble dependencia UNLP-Conicet, remarcó: “el glifosato es una molécula muy pequeña que tiene la función de ser un herbicida generalista porque no discrimina, sino que mata todo aquello que sea verde a excepción de un organismo genéticamente modificado como la soja, el maíz o el algodón.
“Con el tiempo, algunas especies después de 20 años del uso de este compuesto comenzaron a hacerse resistentes, motivo por el cual debió aumentarse la cantidad del químico por hectárea”, expresó Marino.
Según Marino, “en los últimos 10 años entraron más de 1000 millones de litros de glifosato. Este número pone a la Argentina en el primer puesto a nivel mundial en la cantidad de uso de plaguicidas por habitante por año (10 litros de plaguicidas por habitante por año)”.
Y detalló: “en las distintas muestras ambientales que se toman en nuestro país, se puede ver que el glifosato ocupa entre el 80 o 90 % de la carga másica total de plaguicidas de la muestra”.
“Cuando arrancó hace 20 años el modelo de agroproducción extensivo en base a transgénico, se usaban en el país 3 litros de glifosato por hectárea por año. Hoy el promedio es de 15 litros de glifosato por hectárea por año, y en el caso del algodón hasta 40 litros por hectárea por año”.
Las dosis han ido aumentando porque ya no hacen el mismo efecto que hacían al principio y esto se debe a la resistencia que van generando las distintas especies”, explicó el investigador.