Por Estefanía Cendón
El encuentro virtual “Desarrollo Nacional de Tecnología para satélites y lanzador”, realizada el 16 de octubre se enfocó en dos acontecimientos de relevancia que marcan el rol estratégico del Estado al momento de desarrollar ciencia y tecnología nacional.
La iniciativa se dio a seis años de la puesta en órbita del ARSAT 1: el primer satélite geoestacionario de telecomunicaciones construido por un país latinoamericano, como parte de un programa nacional iniciado en 2006, en el que las universidades tuvieron un papel protagónico.
Asimismo la charla sentó las bases para lo que será el Primer Encuentro Nacional Universitario del Frente de Todos, a desarrollarse el 20 de noviembre.
Una de las figuras centrales del encuentro fue Marcos Actis, director del Centro Tecnológico Aeroespacial de la Universidad Nacional de la Plata y vicepresidente de Asuntos Institucionales de esa universidad, quien puso el foco en la importancia de las decisiones políticas de apoyo al sector universitario y tomó como referencia el caso de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Según destacó, la casa de estudios trabaja en el diseño y construcción de un satélite que tendrá un costo final de 20.000 dólares, mientras en el exterior el ajuste a procedimientos preestablecidos y cadenas de tercerización terminarían elevando su costo por encima de los 600.000 dólares.
Construir soberanía
Si bien la UNLP está desarrollando un satélite experimental con su lanzador, este no sería este un caso aislado. Según lo expuesto en el encuentro existen alrededor de 20 proyectos de satélites y lanzadores espaciales encaminados por universidades nacionales. “No es necesario que sean universidades especializadas en tecnologías espaciales o aeronáuticas, sino que los departamentos y laboratorios de mecánica o electrónica pueden adquirir capacidades estratégicas para el diseño y en ensayo de tecnologías originales para el sector”, aclaró el experto en tecnología satelital.
Actis equiparó la capacidad de las universidades locales con los centros del exterior para ejecutar proyectos de este tipo, con tiempos y costos notablemente menores. También destacó la posibilidad de que sean las universidades públicas quienes elaboren aquellas investigaciones estratégicas que generalmente son consignadas a empresas a instituciones en el exterior: “Si vamos a poner boyas en el sur para detectar barcos, somos nosotros quienes debemos levantar esa información; no la puede manejar un tercer país y darnos esa información después de una semana”, ejemplificó.
Tecnología aeroespacial como apuesta local
Un dato a destacar es que Argentina fue la encargada de fabricar el 50% de los componentes del ARSAT 1. Tras la creación de la CONEA, surgida del desmantelamiento del proyecto Cóndor, se comenzó a trabajar en este tema. El vicepresidente de la UNLP recordó que los prototipos del Cóndor llegaron a la NASA en los Estados Unidos, por lo que se le ofreció a quienes integraban este proyecto la posibilidad de participar en el desarrollo de la serie de satélites científicos de baja órbita, Satélites de Aplicaciones Científicas SAC (A, B, C y D).
El director de la CONAE argumentó al respecto: “Creo que lo hicieron porque pensaron que no íbamos a ser capaces de hacer nada”. Una alternativa para desanimar a la Argentina y evitar que desarrolle tecnología aeroespacial propia aunque, a pesar de este gesto, años después nuestro país lograría ejecutar los proyectos ARSAT y SAOCOM.
A partir de la UNLP el Grupo de Ensayos Mecánicos Aplicados (GEMA), laboratorio tecnológico de relevancia en materia de desarrollo aeroespacial a nivel nacional, intervino en el desarrollo de los satélites SAC-B y SAC-D. Dicho proceso posibilitó el diseño de metodologías y procesos posteriormente transferidos, por ejemplo, a la industria automotriz. En referencia a esto añadió Actis: “Somos el único laboratorio certificado en el mundo que realiza ensayos de airbags fuera de la industria automotriz”.
El GEMA trabaja en los ensayos de material rodante, lo que permitirá a Fabricaciones Militares sustituir la importación de vagones de carga que provienen habitualmente de China. También, el laboratorio tecnológico fundado en 1997 participa en el diseño de baterías de litio para la industria satelital, mineral cuya cotización actual es de 10.000 dólares la tonelada.
Estado y universidades: actores de relevancia
Para el ingeniero aeronáutico es imprescindible ponderar el rol del Estado ante cada iniciativa de desarrollo de alta tecnología que logra ser exportable, así como el trabajo de las universidades públicas para alcanzar esos resultados. “Estas son las grandes diferencias con el modelo neoliberal que gobernó en 2015. Que las pequeñas diferencias no nos dividan de los grandes objetivos que tiene Argentina. La cuestión pasa por ahí”, aseguró.
El impulso estatal en la producción de tecnología aeroespacial es una realidad que incluye a las naciones líderes en materia tecnológica, más allá del rol significativo de las empresas privadas. La sustitución de importaciones y las exportaciones son posibles si se acompaña de una decisión política que apueste a llevar adelante este tipo de proyectos. Así lo confirmaba Marcos Actis en una entrevista para Periferia Ciencia: “Argentina no debe perder el nicho de ser líder en materia espacial en Latinoamérica. No hay que mirar el gasto que genera un satélite, sino lo que derrama en la gente, el trabajo, las nuevas metodologías. El desarrollo tecnológico es inversión, no un gasto”.