Por Facundo Rodriguez
facundo.rodriguez@unc.edu.ar
Un grupo de tres investigadores e investigadoras del CONICET, la Universidad Nacional de Córdoba, el Observatorio Astronómico y la Universidad Católica, desarrollaron y simularon un modelo computacional que permite analizar la probabilidad de contactos entre civilizaciones que se encuentren en distintos puntos de nuestra galaxia.
Para realizarlo tuvieron en cuenta variables como el tiempo de duración estimado de una civilización y la distancia con respecto a otras.
El desarrollo corresponde a Marcelo Lares, investigador del IATE (CONICET-UNC), con colaboración de José Funes (CONICET-Universidad Católica de Córdoba) y Luciana Gramajo (CONICET-Observatorio Astronómico de Córdoba).
“De las grandes preguntas que hay en la ciencia hoy, la pregunta sobre la existencia de vida inteligente en otros planetas es especial porque no tenemos ningún dato”, comenta Marcelo Lares, investigador del Instituto de Astronomía Teórica y Experimental (IATE) y experto en la utilización de métodos estadísticos para analizar las grandes estructuras del Universo. Esta frase nos dice mucho sobre la manera en la que decidió abordar el estudio de los posibles contactos con otras civilizaciones y que dio origen a la investigación publicada en el International Journal of Astrobiology.
A partir de la participación en un laboratorio de ideas, Marcelo comenzó a liderar una línea de investigación en la que, a través de simulaciones computacionales, se intenta explicar la denominada paradoja de Fermi, es decir, la aparente contradicción que hay entre las estimaciones que afirman que hay una alta probabilidad de que existan otras civilizaciones inteligentes en el universo observable, y la ausencia de evidencia de dichas civilizaciones. De esta manera, encontró la posibilidad de colaborar con la búsqueda de otros mundos habitados, aportando sus conocimientos estadísticos y computacionales.
El laboratorio de ideas antes mencionado es el proyecto OTHER (Otros mundos, Tierra, Humanidad y Espacio Remoto) en el que, además de Astronomía, confluyen otras disciplinas tales como Antropología, Biología, Filosofía y Arquitectura. En este proyecto, se aborda la idea de la vida inteligente en el cosmos y los desafíos que esto conlleva para la Ciencia, la Filosofía y la Religión. Surgió promovido por José Funes, que también es autor de este trabajo y quien, además de Astronomía, ha estudiado Filosofía y Teología. De la publicación, también participa Luciana Gramajo, Investigadora y docente del Observatorio Astronómico de Córdoba.
“A diferencia de otros trabajos en los cuales se utilizan muchos parámetros, en nuestro modelo, intentamos condensar en la menor cantidad de parámetros toda la ignorancia acerca del posible contacto entre civilizaciones distantes”, comenta Lares y agrega: “Así logramos llegar a tres preguntas que determinan los tres parámetros del modelo: ¿Cuánto dura una civilización?, ¿qué tan raro es que surja una civilización? y ¿qué tan lejos puede ser detectada la señal emitida por una civilización?”.
Duración
Para modelar esto, partieron de una suposición sencilla, de que las civilizaciones, en algún momento, adquieren la capacidad de comunicarse y, en algún momento, la pierden. Esto les permitió analizar cómo afecta al contacto entre civilizaciones si éstas tienen una presencia fugaz o persistente.
Como se podría pensar intuitivamente, las probabilidades de contacto aumentan para las civilizaciones que perduran.
Surgimiento
Para pensar una comunicación, no sólo es necesario que haya una civilización que emita señales, sino también, otra que las reciba. A partir de esta idea, Lares, Funes y Gramajo establecen la segunda variable. Ésta describe la probabilidad de tener que esperar más de cierta cantidad de tiempo para que surja una nueva civilización, contando a partir del momento en que apareció la última en la Galaxia, y eso ayuda a comprender cómo se relaciona la probabilidad de que haya contactos si la aparición de civilizaciones es más frecuente.
Señales
Finalmente, para que la comunicación se concrete, las señales emitidas deben llegar a un receptor. Entonces, las civilizaciones deben estar lo suficientemente cerca como para que la señal no se diluya. Esto ayudó a establecer la última variable: la distancia que pueden alcanzar las señales emitidas.
Quienes realizan este análisis suponen que las civilizaciones adquieren, al mismo tiempo, la capacidad de emitir y recibir señales que pueden alcanzar ciertas distancias y, de esta manera, pueden entender cómo esto afecta las probabilidades de contacto.
Podemos pensar que cada uno de los puntos indica una posible civilización: sus diferentes colores, su duración y tiempo de aparición. Si una señal emitida desde la civilización que representa el punto rojo puede llegar sólo hasta hasta una distancia determinada (área coloreada en rojo), si se tiene la capacidad de detectarla, podría ser captada en el punto gris. Imagen diseñada por Rocío Rodriguez.
Simulaciones y análisis
Paralelamente al modelo, Marcelo Lares y su equipo fueron desarrollando una simulación capaz de obtener las probabilidades de contacto a partir de las variables antes mencionadas. Para su implementación, se utilizaron recursos computacionales del IATE.
El software con el cual se realizaron las simulaciones tiene el valor agregado de que fue escrito siguiendo los criterios de calidad desde el punto de vista computacional, y, además, es libre, es decir, ha quedado disponible para que puedan realizarse nuevos experimentos de este tipo, por ejemplo, con nuevas suposiciones.
“Exploramos una familia de modelos, haciendo que las variables tomen un amplio rango de valores, y los modelos más optimistas son aquellos en los que las civilizaciones duran mucho, aparecen seguido y cuyas señales llegan lejos”, explica Lares. Si bien sus modelos son estadísticos y no abordan la Tierra en particular, afirma que “el escenario para que haya un contacto con otra civilización en el transcurso de una vida humana es uno en el cual nuestra galaxia debería estar tremendamente poblada de civilizaciones, y que duren mucho tiempo; en cualquier otra situación, habría que esperar muchísimo tiempo”, concluye el investigador.
Nota publicada en el portal del Instituto de Astronomía Teórica y Experimental (IATE) perteneciente al CONICET y la Universidad Nacional de Córdoba.