Periferia

21 de Octubre de 2023

Fernando Stefani / Profesor en Física Experimental, Doctor en Química, Ingeniero en Materiales. Director del Centro de Investigaciones en Bionanociencias (CIBION-CONICET). Experto en microscopía óptica y nanotecnología. Especialista en sistemas nacionales de investigación e innovación. Asesor parlamentario en política científico-tecnológica.

¿Qué nos deja el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030 para los años venideros?

¿Cómo se gestó, debatió y se logró consenso sobre una norma clave para pensar estratégicamente los años que vienen?

Fernando Stefani*

En una extensa sesión de la Cámara de Diputados, iniciada el martes 10 de octubre a las 12:00 y culminada el miércoles 11 a las 6 de la mañana, se aprobó la ley con el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030. Este hecho es algo nuevo en la política científico-tecnológica argentina, que nos deja varios aprendizajes de cara al futuro.

La planificación es clave para todas las actividades pero en el caso de la ciencia y la tecnología para un país atrasado como Argentina es algo crítico por varias razones. Por un lado, el único modo en que Argentina dejará de enfrentar las crisis recurrentes será si finalmente consigue desplegar acciones de aprendizaje tecnológico e innovación que mejoren nuestras actividades económicas a la velocidad adecuadas. Si no lo hacemos, en lugar de ir escalando posiciones en los mercados globales, seguiremos incrementando nuestro retraso tecnológico que es la causa más profunda de la pobreza creciente.

Sin macro estable, no hay plan posible

La estabilidad macro y micro económica son factores esenciales, pero no inducen per se ningún proceso de desarrollo económico. Por eso, incluso si Argentina lograra estabilizar su economía, una vez más, como lo ha hecho ya varias veces, solo conseguirá crecimiento económico durante un tiempo, hasta que las actividades suprimidas por la crisis vuelvan a ponerse en marcha. Pero, si en ese tiempo de bonanza transitoria, no se despliegan fuertes capacidades de aprendizaje e innovación, la economía tocará techo, se volverá a estancar, el déficit volverá a hacerse insostenible, y tendremos la siguiente crisis. La única manera de evitar el estancamiento es mediante aprendizaje tecnológico e innovación. Y en ese juego la investigación científica tiene un importante rol, para formar y atraer a expertos e investigadores tecnológicos, generar nuevos conocimientos y capacidades.

Entonces, la planificación en ciencia y tecnología es algo crítico para las chances de crecimiento económico sostenido en el tiempo. Esta planificación debe ser constante y dinámica, porque las condiciones externas, los avances científicos y tecnológicos que se producen en otros lugares del mundo condicionan las oportunidades propias. Asimismo, si se establece un proceso de aprendizaje a nivel nacional, el propio avance debe monitorearse también para ajustar la planificación, para modificar objetivos, o acelerar la actividad en determinados sectores.

Tener un plan

Tener un Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación aprobado por el Congreso es algo muy valioso. En estas líneas analizaremos algunas de sus fortalezas y debilidades. Es importante identificar las debilidades por lo antedicho: el plan debe ajustarse constantemente. Y es absolutamente natural y esperable que las primeras versiones de un plan de ciencia, tecnología e innovación confeccionado en un país atrasado tenga dificultades. Es algo nuevo, que debemos aprender a hacer. Como todo en la vida, las primeras veces las cosas no salen del todo bien, y la clave para hacerlo mejor es seguir intentándolo, con compromiso y dedicación, estudio y trabajo.

Veamos, grosso modo, de qué se trata el Plan aprobado. El núcleo del Plan es una agenda de prioridades para las investigaciones organizada en 10 desafíos nacionales:

  1. Erradicar la pobreza y reducir la desigualdad y la vulnerabilidad socioambiental.
  2. Impulsar la bioeconomía y la biotecnología para incrementar la producción sostenible y alcanzar la soberanía alimentaria
  3. Contribuir al diseño de políticas para fortalecer la democracia y ampliar los derechos ciudadanos.
  4. Construir una educación inclusiva y de calidad para el desarrollo nacional.
  5. Lograr una salud accesible, equitativa y de calidad.
  6. Desarrollar los sectores aeronáutico, espacial, de las telecomunicaciones y de la industria para la defensa.
  7. Fortalecer la investigación marítima, la soberanía y el uso sostenible de los bienes del Mar Argentino.
  8. Promover la industria informática y de las tecnologías de la información para la innovación productiva y la transformación digital.
  9. Potenciar la transición al desarrollo sostenible.
  10. Fomentar y consolidar un sendero para la transición energética.

Luego, para enfrentar cada uno de los desafíos se plantean misiones, cuyo cumplimiento debería ayudar a resolver, al menos parcialmente, los desafíos. No vamos a analizar aquí cada uno de los desafíos ni de las misiones, pero veamos, para tener una idea de qué se tratan, algunas de las misiones. Por ejemplo, el desafío 1 incluye misiones como “Transformación de la matriz productiva y generación de trabajo formal” y “Fortalecimiento de la economía social y popular”. En el desafío 2 se encuentran misiones como “Producción de alimentos más competitiva y sostenible”, o “Consolidación de esquemas productivos a partir de bioproductos”, y “Planificación estratégica en el agua en procesos productivos”.

Facundo Manes (der.), presidente de la Comisión de Ciencia y Tecnología, junto a Mara Brawer, vicepresidenta de la Comisión.

Políticas por Misiones

Este enfoque de organizar las acciones de gobierno a través de misiones (Mission Oriented Policies) es un concepto desarrollado fuertemente en los Estados Unidos luego de la segunda guerra mundial, y recientemente popularizado por la Dra. Mariana Mazzucato quien los ha descripto de manera magistral y llevado a nuevos niveles de aplicación. De hecho, en la actualidad, este enfoque está siendo aplicando cada vez más países.

En sus versiones más acabadas, las políticas orientadas por misiones son algo muy poderoso. La idea general es plantear misiones ambiciosas que persigan un objetivo superior, más allá de cualquier interés sectorial. Ese objetivo superior debe ser alcanzable, pero paradójicamente su función principal no es la de ser alcanzado, sino la de guiar y enfocar esfuerzos en una dirección positiva, y evitar las pujas de intereses sectoriales de suma cero. El ejemplo arquetípico es el de la Misión Apolo para llegar a la luna en el contexto de la carrera espacial. Poner a unas personas en la luna no generó ningún beneficio en sí mismo. Los astronautas no trajeron nada de extraordinario valor de la luna. No fueron a buscar un tesoro. El verdadero tesoro fue intentar la misión. En el proceso de alcanzar la luna se avanzó en el conocimiento científico, se potenciaron la innovación, la economía y las capacidades militares de los Estados Unidos, y se desarrollaron cantidad de tecnologías que han mejorado la calidad de vida de millones de personas y han constituido nuevos mercados económicos de enorme valor. En el marco de las políticas orientadas por misiones, los beneficios surgen del desarrollo mismo de la misión más que de alcanzar el objetivo final. Lo que más importa es llevar adelante la misión seriamente, intentar alcanzar el objetivo. Si la misión no llega a cumplirse, pero fue abordada seriamente, habrá aprendizajes valiosos y nuevas capacidades para la sociedad. Este aspecto de las misiones es compartido con la investigación y la innovación. Si un experimento fue bien planeado y ejecutado, se aprende, incluso si se obtiene un resultado no deseado o inesperado. Si un desarrollo fue realizado correctamente, aunque no llegue a convertirse en una innovación exitosa, deja un aprendizaje que será de utilidad para futuros emprendimientos. El concepto de políticas orientadas por misiones, entonces, tiene el beneficio adicional de que está conceptualmente alineado con la mentalidad investigadora e innovadora. 

Pero no es trivial aplicar correctamente una política orientada por misiones. Para que esto funcione bien, las misiones deben cumplir una serie de condiciones. En primer lugar, el objetivo final debe ser ambicioso pero cumplible; tiene que ser posible decir “misión cumplida” (llegamos a la Luna). También es importante que haya hitos intermedios bien definidos. Ambas cosas son clave para medir el avance de la misión, saber si se está avanzando, y motivar los esfuerzos. Otra característica de una misión bien definida es que tiene un responsable de llevarla adelante. Un organismo o institución que lidere la misión y rinda cuentas de su avance o no; cada misión debe tener su NASA. Finalmente, las misiones deben tener un plazo y un presupuesto, aunque sea aproximado, para ser realizadas.

Debilidades

Una de las debilidades del Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030 es que muchas de sus misiones no están bien definidas: sus objetivos no pueden ser cumplidos (no es posible decir misión cumplida), no tiene responsables asignados, ni hitos intermedios, ni plazos, ni presupuestos. Esta crítica no es para echar culpas ni para menospreciar el esfuerzo del gobierno argentino. El objetivo es alertar de una debilidad clave que debe ser corregida. De hecho, esta falencia se encuentra también en muchas iniciativas de gobierno de países desarrollados. Esto se debe a que las características necesarias de una misión bien definida son más habituales en ámbitos técnicos, ingenieriles, científicos, militares, o empresarios, y no tanto en ámbitos políticos. Los países desarrollados cuentan con la ventaja de sus capacidades e instituciones técnicas más avanzadas que pueden atemperar las deficiencias y mejorar misiones mal diseñadas durante su implementación. En países atrasados como Argentina, no se cuenta con esa ventaja y una buena definición de las misiones es algo crítico.

Si analizamos los contenidos de los desafíos y las misiones, se puede ver que hay un mix de urgencias sociales con vectores de desarrollo económico. Aquí podemos encontrar otras dificultades a tener en cuenta. Por un lado, las urgencias sociales de Argentina, si bien son dramáticas, son bastante elementales (pobreza, malnutrición, mal acceso a la salud, educación deficiente, etc.) y tienen soluciones conocidas. No hace falta investigación científica e innovación para para resolverlas. Más bien hace falta un proyecto nacional coherente, idoneidad y decisión política. Es más, como regla general, la investigación científica y la innovación no son herramientas para atender urgencias porque sus tiempos característicos son de lustros o décadas. No debemos confundir investigación científica o innovación con copiar una tecnología existente. Eso sí puede usarse de manera rápida para atender una urgencia. De todos modos, teniendo en cuenta esto, es posible definir misiones de aprendizaje tecnológico e innovación alrededor de demandas insatisfechas de la sociedad argentina porque son áreas donde incluso superadas las urgencias, se puede abrir un abanico de posibilidades para seguir mejorando, e incluso con oportunidades económicas potentes.

La mirada Al 2030

Otro aspecto a mejorar en la siguiente revisión del plan, es que muchos de los vectores de desarrollo económico abordados se basan en demandas actuales. La mira en 2030 es demasiado cercana. Si bien esto debe hacerse, es necesario complementarlo con una visión de futuro, abordando tecnologías, demandas, y mercados comerciales del futuro. No hace falta una bola de cristal para esto, basta con observar hacia dónde dirigen los esfuerzos los países que lideran el desarrollo tecnológico (semiconductores de alto band gap, fusión nuclear, TICs cuánticas, biofabricación, intensificación de procesos, por mencionar solo algunos ejemplos). Argentina no puede jugar en todas estas áreas, y seguramente no pueda dominar los núcleos de las tecnologías de avanzada por un buen tiempo, incluso si encaráramos un proceso de aprendizaje rápido. Pero esto es normal y no debe detenernos, como no detiene a ningún país en desarrollo. Una vez identificadas las áreas de futuro, sí se puede apuntar a participar en las nuevas cadenas globales de valor que se abrirán, con la estrategia de ir ocupando nodos cada vez de mayor valor. Por ejemplo, la construcción de computadoras cuánticas ya está demasiado avanzada para nosotros, pero una vez que se extienda el uso de computadoras cuánticas harán falta software y programadores para este nuevo paradigma de computación. Esto ocurrió a mitad del S XX, cuando surgieron las computadoras electrónicas, hubo una “crisis del software”, porque el cuello de botella para aprovechar la nueva tecnología era la falta de programadores.

En resumen, hemos logrado aprobar por una importante mayoría de la dirigencia política un Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.  A pesar de tener deficiencias, esto es algo muy positivo porque brinda una agenda y lineamientos que, aunque se encuentren en trazo grueso, serán vitales para comenzar a direccionar inversiones, esfuerzos, e incentivos. Sin un plan, los esfuerzos se dispersan. Cada organismo, institución, empresa, e incluso individuos, orienta sus esfuerzos hacia donde le parece mejor o conveniente de acuerdo a la coyuntura o situación política del momento. Evitar esa dispersión de esfuerzos que no termina contribuyendo en ninguna dirección neta es una de las funciones clave de contar con un plan. Además, puede también ofrecer un marco de trabajo para rediseñar el sistema institucional de ciencia y tecnología argentino que se encuentra muy desactualizado y deteriorado.

Las debilidades que describimos arriba no son, de ninguna manera, para menospreciar el esfuerzo de haber generado este Plan. Mucho menos para indicar que deberíamos tirarlo y hacer uno nuevo. De ninguna manera. Esa actitud refundacional, que lamentablemente viene siendo habitual en la política argentina y que estuvo incluso presente en la gestación de este plan, no es buena, no permite aprovechar aprendizajes y mejorar.  El análisis crítico sirve para identificar puntos débiles y proponer caminos para fortalecer y mejorar el plan. Un aspecto clave en ese proceso de mejora será agudizar nuestra mirada del futuro para ajustar los desafíos y misiones.

Política de Estado

La planificación en ciencia, tecnología e innovación debe ser una política de Estado. Una política de Estado no se hace con una sola ley, ni con un solo plan. Una política de Estado se construye todo el tiempo con trabajo, compromiso y consensos. Debemos tomar este proyecto como punto de partida para comenzar a aplicarlo, mejorarlo y perfeccionarlo año tras año.

El tratamiento político del Plan  tuvo sus claroscuros y nos deja aprendizajes también. Desde su gestación en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, se tuvo la postura de generar un Plan Nacional con amplia participación de las provincias y que fuera aprobado por ley. Esta fue una buena actitud para generar los consensos que requiere una política de Estado. Como puntos negativos, el plan demoró demasiado en llegar al Congreso, sobre el final del tercer año de gobierno, y fue enviado al Senado como un paquete cerrado. Llamativamente, el proyecto, de 160 páginas, fue aprobado por el Senado en pocos días sin un solo comentario. Evidentemente, se había logrado un preacuerdo con el Senado para su aprobación. Presumiblemente esto se haya debido a un esfuerzo del Poder Ejecutivo por acelerar el tratamiento legislativo y así compensar las demoras en la su preparación. A la Comisión de Ciencia, Tecnología e Innovación de Diputados, el plan llegó con presiones desde todo el arco político (oficialismo y oposición) para que fuera aprobado sin mayor tratamiento. “Que quieren revisar? Ya tiene unanimidad del Senado”.

La interna del proyecto

El espíritu original de generar consensos para una política de Estado se desvirtuaba rápidamente. El Diputado Dr. Facundo Manes, presidente de la Comisión, no se sentía cómodo con esta situación, yo tampoco. Seguramente por ser ambos científicos, compartimos un modo de trabajo que incluye evaluar seriamente las propuestas antes de aprobarlas o rechazarlas. Manes me encomendó entonces que organizara desde la Comisión una reunión informativa abierta, de cara a la sociedad, para que expertos e interesados de todo el país pudieran brindar su opinión sobre el Plan. La convocatoria fue tan exitosa que tuvimos que hacer una segunda reunión para dar espacio a muchas personas que no pudieron participar en la primera.

Como resultado de estas reuniones y el análisis hecho en la Comisión por legisladores de la oposición, se identificaron una serie de debilidades, principalmente las que se mencionan arriba, y se las comunicamos al MINCYT. Luego de una primera actitud a la defensiva por parte del MINCYT, se logró establecer un canal de diálogo y trabajo muy productivo entre la Comisión y el MINCYT, a partir del cual el MINCYT preparó un plan operativo para bajar más a tierra la agenda del Plan y abordar algunas de las debilidades planteadas.

El plan operativo fue presentado a la Comisión. Era un importante avance, aunque no se pudieron resolver todas las cuestiones, sí se logró comenzar un círculo virtuoso de trabajo entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo. Por otro lado, no era viable en la práctica modificar el Plan que había venido como un paquete cerrado porque eso hubiese implicado comenzar de nuevo todo el proceso legislativo. Todo esto ocurría en el contexto de una fuerte campaña electoral por las PASO, y no se pudo lograr un consenso unánime.

Superadas las PASO, el Dr. Manes tomó la decisión política de avanzar con la aprobación del Plan en base a las siguientes consideraciones: i) es mejor tener un plan imperfecto e ir mejorándolo que no tener un plan; ii) la actitud refundacional de que cada gobierno hace un nuevo plan de ciencia no nos lleva muy lejos, va en contra de la mentalidad científica y de aprendizaje; iii) una política de Estado se construya con decisión y actitud política colectiva para trabajar un tema constantemente e ir mejorándolo, y esto requiere dejar de lado beneficios o especulaciones personales, electorales, o sectoriales de corto alcance.

En ese momento, la mayoría de la oposición no acompañó la postura del Dr. Manes, y el Plan salió de la Comisión de Ciencia con los votos justos, aportados por el oficialismo, más dos votos de la oposición, el del Diputado Manes y el de la Diputada Danya Tavela. Semanas más tarde, el miércoles pasado, el proyecto del Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030 llegó al recinto para su votación, que fue positiva con una amplia mayoría. Esta vez, no fueron solo dos, sino más de 30 Diputados de la oposición, la mayoría de la UCR lo que votaron afirmativamente. Los diputados de la UCR acompañaron en bloque la iniciativa de Manes; me consta que muchas de las ausencias de diputados de la UCR no se debieron a posicionamiento político, sino al horario y a que la sesión se extendió por 17 horas, además de que el orden de tratamiento del Plan fue modificado durante la sesión y pasado al último lugar.

Consenso

Este fue un comportamiento que no se veía hacía mucho tiempo en la política argentina. Donde una gran mayoría, heterogénea en su composición partidaria, se pone de acuerdo en tiempos electorales para apoyar lo que puede ser la semilla de una política de Estado en ciencia y tecnología.

Espero que esto sea el comienzo de un trabajo colectivo, donde se aproveche el esfuerzo de todos para ir aplicando y perfeccionando este Plan. Dejando atrás los errores y las actitudes oportunistas. Parafraseando el discurso de Manes del miércoles a la madrugada, la ciencia argentina no es de ningún partido político, ni de ninguna facción, es de todos los argentinos. Entre todos debemos fomentarla y aprovecharla.

*Fernando Stefani es Ingeniero en Materiales por el Instituto de Tecnología Sabato de la Universidad Nacional de Gral. San Martín y la Comisión Nacional de Energía Atómica, Dr. en Ciencias Químicas por el Instituto Max-Planck para la Investigación de Polímeros y la Universidad Johannes Guttenberg (Maguncia, Alemania). Actualmente se desempeña como Investigador Principal de CONICET, dirige el Centro de Investigaciones en Bionanociencias, y es Profesor Titular de Física Experimental de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Ha trabajado los más brillantes científicos de su especialidad, incluyendo al premio Nobel de Química Prof. Dr. Stefan Hell. El Prof. Stefani, entre otras distinciones, ha recibido la Medalla Otto Hahn de la Sociedad Max-Planck (2005, Alemania), el Premio al Investigador Joven en Física de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (2014, Argentina), el Premio a la Investigación Goerg Foster de la Fundación Alexander von Humboldt (2017, Alemania) y el Premio Houssay en Matemáticas, Física, Astronomía y Computación (2018, Argentina), y el Diploma al Mérito Konex en Nanociencias y Química Analítica (2023, Argentina). Sus artículos se han publicado en prestigiosas revistas científicas como Nature, Science, Nano Letters y Physical Review Letters.

El Dr. Stefani es además experto en política científico-tecnológica. Ha sido asesor legislativo en dos oportunidades. Entre 2016 y 2019 fue asesor del Senador Omar Perotti, cuando este fuera presidente de la Comisión de Ciencia y Tecnología del Senado Nacional. En este período se destaca el proyecto de ley de financiamiento sostenido de la función ciencia y técnica del presupuesto nacional que obtuvo media sanción del Senado, y luego sirviera de antecedente directo para la Ley 27614 de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación promulgada en 2021. Desde 2022, es asesor del Dr. Facundo Manes, presidente de la Comisión de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Cámara de Diputados.

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