La complejidad de los propios procesos de investigación, desarrollo e innovación, hacen que el aumento de la inversión en Ciencia y Tecnología no se traduzca directamente en crecimiento y desarrollo. Mucho se debe a la cantidad de interacciones que tienen que darse entre los actores involucrados, que piensan, se organizan y comunican cada uno en una forma particular. Tener en cuenta cómo ocurren efectivamente los procesos de I+D+i considerando factores a escala humana, puede brindar una perspectiva diferente para pensar políticas CTI dentro del contexto de cambio institucional actual.
Hacer Ciencia y Tecnología en un país con el 40% de pobreza nos demanda aumentar los esfuerzos para mejorar la eficiencia en el uso de los recursos que el Estado, principalmente, invierte.
Si además se concibe que este conocimiento puede ser (o debe poder ser) la base de un desarrollo económico y social sostenible, y del cuidado y regeneración del ambiente, los procesos adquieren una complejidad extrema. Principalmente porque generar impacto a través del conocimiento científico, que no es otra cosa que lo que llamamos innovación, es algo que hacemos las personas y para las personas.
Si bien las agendas políticas hacen foco en cómo aumentar la producción de conocimiento y su aplicación en la resolución de los grandes desafíos que enfrenta la sociedad, la construcción de políticas públicas se continúa haciendo desde una perspectiva verticalista, que excluye habitualmente a los usuarios finales de los desarrollos, como también a la amplia diversidad de personas involucradas en los procesos de I+D+i. Quedan de lado los factores a escala humana que son los que efectivamente están presentes en los procesos que generan los mejores resultados.
Comprender la relevancia y la complejidad de la dinámica social propia de los procesos de investigación, desarrollo e innovación, puede orientar sobre los cambios que son necesarios realizar a nivel institucional y cultural para aumentar la conversión de recursos públicos invertidos en beneficios para la sociedad.
Conocer para qué se hace lo que se hace
En el año 1962 durante los años en los que se encontraba vigente la misión Apolo, el presidente Kennedy, visitó la NASA. En su recorrido encontró un hombre vestido como personal de limpieza. Kennedy, se acerca, lo saluda, y le pregunta: “¿Señor, cuál es su trabajo aquí?”
El aludido responde: “Señor Presidente, estoy ayudando a poner un hombre en la Luna”.
Aunque es quizás una leyenda, más que un hecho histórico, esta historia se hizo conocida por su moraleja: quien logra significar su trabajo a través de un propósito superior –no uno asociado a la rentabilidad económica- puede encontrar un sentido más trascendental a las tareas y responsabilidades del trabajo, independientemente del cargo o función que ocupe.
Al definir y comunicar un propósito común se genera una realidad compartida, se logra hacer cognoscible el pensamiento de para qué se está trabajando. Esto pone a los miembros de los equipos de trabajo en una misma sintonía y los motiva, máxime cuando este propósito se alinea con sus valores e intereses personales.
Ser parte
Cuando Luis Federico Leloir trabajaba en la Fundación Campomar, la señora Margarita era quien se encontraba a cargo del lavadero. Según refieren testigos, Margarita lavaba el material de vidrio con un alto nivel de detalle y perfeccionismo, porque comprendía el impacto que un mal lavado podría llegar a tener en un experimento. Margarita era reconocida y respetada por todos. Cuentan además que “recibió honores por su servicio, humildad y nobleza”.
Aunque éste parezca un simple dato curioso, es en realidad un ejemplo que caracteriza a Leloir en su actuar cotidiano. En el libro “Por los caminos de Leloir, estructura y desarrollo de una investigación Nobel” su autor, Cesar Lorenzano, destaca algunos aspectos de su personalidad que van “más allá de su modestia y buen humor”. Específicamente, se refiere “al ambiente de trabajo que genera en el Instituto y que por su forma de relacionarse con sus colegas, puede ser considerado como profundamente democrático”.
Agrega también que “aunque se haya insistido escasamente en el tema, su manera de relacionarse sea uno de los condicionantes del éxito del equipo de investigación nucleado alrededor de Leloir”.
Es interesante mencionar que el mismo Dr. Leloir en su libro “Allá lejos y hace tiempo”, cuando menciona los motivos de por qué se dedicó a la investigación, de lo único que su humildad le permite jactarse es de su excelente capacidad de trabajar en equipo.
La I+D la hacen las personas
Por su propia naturaleza los procesos de I+D+i requieren del aporte de muchas personas. Necesariamente diversas pero a la vez complementarias, cada una de ellas aporta competencias, habilidades y perspectivas valiosas.
La inclusión es un concepto amplio que en este contexto puede ser entendido como la voluntad deliberada de lograr que los diferentes actores se sientan parte de estos procesos, y para ello es necesario reconocer y valorar el aporte de grupos invisibilizados o subrepresentados dentro de los ámbitos de Ciencia, Tecnología e Innovación.
En temas de reconocimiento e inclusión podemos citar algunas iniciativas desde el Estado argentino, como la resolución para que los los profesionales y técnicos de la carrera de apoyo (CPA) del CONICET, sean incluidos dentro del régimen previsional especial para investigadores científicos (que desde 1983 y hasta el momento se encontraban excluidos); o la creación en agosto de 2020 del Programa Nacional para la Igualdad de Géneros de este Ministerio, cuyo objetivo es garantizar y propiciar la igualdad real y efectiva de la participación de las mujeres y la población LGTBI+ en todos los niveles y ámbitos del Sistema científico-tecnológico de nuestro país.
De otros países, podemos citar el ejemplo de la reciente celebración por parte de la Research Excellence Framework de Reino Unido a los contribuyentes ocultos a la investigación (publicado en nature.com), bajo la premisa de que “concentrar mayoritariamente la evaluación de la calidad científica en publicaciones perjudica la diversidad de la cultura de investigación”.
Este tipo de reconocimientos permite, entre otras cosas, que profesionales en ciencia y tecnología valoren otras actividades fuera de la investigación pudiendo diversificar sus trayectorias profesionales sin temor a quedar excluidos.
Colaboración
Como se puede ver, el factor humano es determinante en el éxito de cualquier investigación, desarrollo de tecnología o proceso de innovación.
Aunque perdura en el imaginario la imagen del “científico” o el “innovador” como un genio solitario que trabaja aislado de la sociedad y que puede lograr por sí solo resultados, cuando cada proceso requiere de la colaboración entre numerosos actores (distinto cargo, función, disciplina del conocimiento y sector).
Dentro de un mismo equipo de investigación: directores, jóvenes investigadores, tesistas, estudiantes, y contribuyentes de diferente tipo (como los que se consideran en esta taxonomía)
A nivel de la organización: científicos, tecnólogos, profesionales y técnicos de apoyo, quienes cumplen funciones de gestión, administración, finanzas, mantenimiento y limpieza.
Entre sectores: además de la academia y el sector productivo, usuarios, sociedad civil, gobiernos locales, administración pública, asociaciones de profesionales, instituciones educativas, entre otras.
En estos escenarios tan complejos, una planificación y estructura verticalistas, jerárquicas y excesivamente burocráticas sólamente entorpecen la gestión de recursos y la toma de decisiones dentro de los equipos de trabajo interdisciplinarios e intersectoriales. Cuando se logran generar estructuras más horizontales y participativas, se gana cercanía, sinergia, capacidad de adaptación y de aprendizaje para adecuar mejor las soluciones que se desarrollan.
Existen capacidades y roles específicos que deben ser tenidos en cuenta para poder sostener estos espacios de creación colectiva de valor mediante enfoques metodológicos: gestión participativa, articulación intersectorial, facilitación de procesos colaborativos (co-creación), metodologías de trabajo en red, entre muchas otras.
El Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030 incorpora una agenda de cambio institucional que busca avanzar sobre temas de reorganización institucional, articulación multinivel, recursos humanos, la gestión del conocimiento y las tecnologías, y cambio cultural.
El primer paso para ver reflejado este cambio institucional es convertir los mismos procesos de construcción de las políticas públicas en unos que sean realmente inclusivos, participativos y ágiles (que incorporen aprendizajes y permitan la adaptación dentro del mismo ciclo). La lógica no es la de “expertos” definiendo las agendas e instrumentos detrás de un escritorio, sino la de poner definitivamente a las personas en el centro: tanto aquellas que reciben los beneficios de la innovación, como las involucradas en los procesos de desarrollo de soluciones innovadoras.