Periferia

25 de Agosto de 2020

Juan Gonzalez Ferrer / Especialista en Gestión de la Innovación en Ciencia y Tecnología Doctorando en Desarrollo Económico orientado a la Economía del Conocimiento y la Innovación

Las “fábricas de tecnología”, de Sábato a la actualidad

El Gobierno dio señales de búsqueda de un puente entre el conocimiento y el cambio técnico, pero ¿qué cambios hubo y cuáles son los caminos posibles para iniciar un proceso de innovación?

Por Juan Manuel González Ferrer 

“El principal cambio fue transformar a la innovación en un proceso de producción en serie de tecnología y abandonar la lógica aleatoria precedente”. Así de categórica era la convicción de Jorge Alberto Sábato sobre lo ocurrido en el siglo XX con lo que hoy denominamos el proceso de innovación.  

Si bien su obra más trascendida fue “el triángulo de relaciones”, alcanza con recorrer su obra para hallar innumerables aprendizajes traspapelados sobre la tecnología como mercancía y la importancia de su producción. Tan grande vocación se ve en su obra que lo lleva a uno a ponerse a pensar ¿Qué pensaría Sábato hoy sobre su legado? 

Está claro que Sábato fue un hombre obsesionado con la ciencia, con la tecnología, con la soberanía y con el desarrollo. Lo asombroso es que hoy podemos seguir aprendiendo de él aun habiendo pasado 50 años desde la publicación del artículo “La ciencia y la tecnología en el desarrollo futuro de América Latina”, de autoría compartida con su colega Natalio Botana.  

Este artículo impulsaba a incrementar los esfuerzos que se estaban haciendo en el campo de la ciencia y la tecnología, y que de no hacerlo corríamos el riesgo de ?perder el tren? del desarrollo pensando, nada más y nada menos, que en el nuevo orden mundial que deparaba el año 2000. 

Asimismo, el artículo citado era tan iluminado que ya en esa época tenía claro que no alcanzaba con tener una “vigorosa estructura científico-tecnológica” si no existía un vínculo estrecho de esta con el sistema productivo. Es en ese artículo que presenta su modelo del triángulo que construye a partir de tres actores centrales como son el Gobierno, las Empresas y la Estructura Científico-Tecnológica.  

Las fábricas de tecnología como organización social 

A la par, en ese mismo texto reflotas las ideas del economista austríaco Joseph A. Schumpeter y del cual Sábato toma esencialmente el rol cardinal de las empresas, públicas o privadas, de “reformar o revolucionar el sistema de producción” innovando.  

Prontamente, su interés se volcó a las Empresas y fábricas de tecnología mostrando una fascinación por este tipo de empresas que consumían conocimiento para producir tecnología. Diría su colega Mario Bunge sobre él: “le interesaba como organización social, no como máquina de hacer dinero”. 

La gestión actual del área Ciencia y Técnica, desde su plataforma electoral y desde los hechos, está poniendo a la ciencia, el conocimiento científico y hasta a los científicos en un lugar preponderante de la agenda pública, potenciado principalmente por los efectos de la pandemia de público conocimiento. Basta con atender la presentación del ministro ante la comisión de Ciencia y Técnica del mes de julio donde desarrolla la agenda del sector científico ante la pandemia. 

La plataforma electoral, antes de diciembre, incluía impulsar proyectos tecnológicos de envergadura orientados a la soberanía tecnológica, geopolítica y económica. En este marco ordenan y ponen a la estructura científico-tecnológica que incluye las empresas con participación pública (parcial o total) dentro del marco de políticas científico-tecnológico-productivas.  

No es sólo cuestión de propiedad 

En esa dirección, recientemente se modificó un decreto donde se habilita a ampliar la participación del Estado en Empresas de Base Tecnológica. Empresas que, lejos de las fábricas de tecnología que añoraba Sábato, tienen como fin explotar nuevos productos y/o servicios a partir de resultados de investigación científica y tecnológica. 

Sin embargo, en los últimos 50 años, desde que Sábato hablaba de las fábricas de tecnología, el mundo evolucionó y con él la comprensión del mismo. Por ejemplo, en el análisis de estas empresas existen términos como Empresas Intensivas en Conocimiento (KIF de su sigla en inglés) o Empresas de Servicios Intensivos en Conocimiento (KIBS) y así sucesivamente.  

Estas especificaciones permiten comprender el proceso productivo de las mismas y sus características dinámicas. No obstante, en esa “industrialización” de la producción de tecnología emerge lo que Michel Callon denominó el Polo Tecnológico, que estaría poblado de fábricas de tecnología pero localmente buscaría ser cubierto por el Sistema Científico.  

Presentada de esta forma, la estrategia propuesta presenta aspectos al menos perfectibles. Ya no sólo desde la perspectiva que visualiza la gestión actual que está preocupada por la propiedad de estas EBT´s. Como ejemplo cabe recordar el ejemplo el proyecto de la Empresa Nacional de Investigación y Desarrollo Eléctrico (ENIDE) de la que Sábato afirmaba con una nota en Ciencia Nueva (Revista de la época) que no iba a hacer ni consultoría, ni ingeniería ni electrificaría diversas zonas sino que pretendía producir tecnología eléctrica argentina. Es que no es sólo una cuestión de “propiedad”, a pesar de que ello tiene un rol significante en la estrategia. 

Trayectorias tecnoproductivas intensivas en conocimiento

Desde esta mirada retrospectiva, aparece huérfano el esfuerzo en comprender el cómo generar “trayectorias tecno-productivas intensivas en conocimientos sustentables en Argentina” como plantea un interesantísimo trabajo sobre el caso Bio Sidus S.A.  

Vale aclarar que otros sectores tendrán dinámicas muy distintas a la observada en el rubro de la salud y la producción agrícola donde áreas como la biotecnología y la biología molecular galopan el cambio técnico. A su vez, según la literatura, gran parte del éxito de las empresas de alta tecnología está en las capacidades de su dirección ya que estas requieren un liderazgo que comprenda y tenga experiencia en el proceso que enfrentan. 

Recapitulando, lo que queda en evidencia es que el sueño que tenía Sábato de fábricas de tecnología ha evolucionado. Estas organizaciones que lo deslumbraban hace 50 años se han atomizado en un conjunto de actores que construyen el puente entre el conocimiento científico y el cambio técnico.  

Por lo que podríamos afirmar que el proceso de innovación requiere que indistintamente de la cantidad de actores complete los tres polos propuestos por Callon como son el Polo Científico, el Polo Tecnológico y el Polo Productivo.  

Sin embargo, a lo largo de las políticas llevadas adelante por el sector científico tecnológico, hay aprendizajes por realizar. Quizás sea necesario complementar el aumento las participaciones en las Empresas de Base Tecnológica  de las que participa el Estado con la implementación de estrategias y la formación de líderes que puedan abordar el desafío.  

Todo esto sin dejar de reconocer al problema como sistema complejo, por lo que esta sólo sería la punta del ovillo. 

Juan Manuel González Ferrer 
Especialista en Gestión de la Innovación en Ciencia y Tecnología 
Doctorando en Desarrollo Económico orientado a la Economía del Conocimiento y la Innovación. Miembro del Centro de Economía Política de la Argentina (CEPA).

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