Periferia

12 de Diciembre de 2025

En 2026, Argentina será el único país latinoamericano sin inversión pública en ciencia básica

Con el cierre de la Convocatoria PICT, de Programas para la Inversión Científica y Tecnológica, el gobierno argentino dio otro paso para desmantelar el sistema científico del país.

Argentina será el único país de América Latina sin inversión en ciencia básica tras la decisión del gobierno de Javier Milei de anular las convocatorias a Programas de Investigación Científica y Tecnológica, PICT 2022 y 2023.

Los PICT (Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica) dependían de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i), un organismo que sostiene la investigación y el desarrollo. Financiaban aproximadamente 1500 proyectos anuales.

El anuncio del gobierno golpea al corazón de la ciencia Argentina que hoy representa en inversión pública un 0,17% de su PBI. Los países con menos inversión en ciencia y tecnología suelen ser naciones en desarrollo o con conflictos, invirtiendo muy poco de su PIB en I+D, como Myanmar (con 0.04% en 2022) o algunos en África Subsahariana, mientras que en Latinoamérica destacan países como Perú (0.16%), México (0.27%) o Colombia (0.29%) por sus bajos porcentajes comparados con el promedio mundial (1.95%) y economías más avanzadas (más del 2.6%), destacando que muchos países invierten menos del 1% de su PIB en investigación y desarrollo (I+D). 

Nuevas líneas de financiamiento

Ahora, se crearon nuevas líneas de financiamiento: AIC y STARTUP 2024. Estas modalidades de convocatoria se enfocarán sólo en la ciencia aplicada y proyectos asociados al sector privado. Las investigaciones estarán asociadas al diseño de productos y soluciones.

Lo que se dejó de financiar es la ciencia básica, la etapa temprana del conocimiento, es decir las investigaciones vinculadas a las ciencias sociales y humanidades. La convocatoria 2022 daba financiamiento a 1584 proyectos. La misma fue anulada, al igual que la del 2023.

Si bien la inversión que realizaba el país estaba en el orden del 10% del total de la inversión que realiza América del Sur, hoy esa cifra comenzó a bajar y Argentina empezó alinearse a sistemas como el de Perú, con escaso acceso a universidades, sistemas elitistas de acceso al conocimiento y con un modelo ofertista de investigación (investigadores que realizan posdoctorados y se van con su conocimiento a países desarrollados) en lugar de resolver problemáticas locales.

Las universidades y el sistema científico, en alerta

La Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología (Raicyt) afirmó que la medida implica una «sentencia de muerte para el 90% de la ciencia argentina». Miembros del CONICET se sumaron a repudiar la medida.

Además, el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) emitió un comunicado en el que expresó una profunda preocupación y rechazo a las decisiones adoptadas por la Agencia I+D+i. «La anulación de las convocatorias ya adjudicadas, así como la imposición de una nueva modalidad de convocatoria, interrumpen abruptamente la continuidad de numerosas líneas de investigación y comprometen la subsistencia de equipos consolidados en universidades de todo el país y el futuro de la ciencia nacional», aseguraron.

«El sistema nacional de ciencia y tecnología queda sin un soporte regular, federal y previsible indispensable para su desarrollo», señalaron.

Desmantelamiento

El sistema científico argentino vive una etapa de un fuerte desfinanciamiento y desmantelamiento, algo que las universidades de todo el país vienen denunciando desde la asunción de Javier Milei. Desde 2024 el sector sufrió un recorte y una crisis sistémica. Las transferencias del Estado a las universidades cayeron en torno al 32% en términos reales, según un informe periodístico de Chequeado y auditorías que comparan montos y poder de compra entre 2023 y 2025.

Para los investigadores, los salarios reales se desplomaron: distintas estimaciones muestran una caída de alrededor del 30% en poder adquisitivo (entre 29% y 35% según la fuente y el periodo analizado), mientras se congelaron ingresos y se pospusieron o cancelaron incorporaciones ya aprobadas en el CONICET. Eso generó despidos encubiertos, suspensión de llamados a concursos y una paralización de nuevas becas y proyectos.

En la práctica administrativa hubo decisiones concretas que agravaron la situación: se congelaron presupuestos nominales heredados de años anteriores sin ajustar por inflación, se suspendieron o cancelaron convocatorias de proyectos de investigación (por ejemplo, las PICT y otras líneas de I+D), y aparecieron anuncios de recortes superiores al 30% del financiamiento público a la I+D+i en informes y análisis académicos.

Niveles bajísimos de inversión

Varios análisis independientes hablan de una caída sostenida de la inversión pública en investigación que, de mantenerse, dejaría a Argentina con niveles de inversión muy por debajo de países comparables en la región. Es más, si bien la inversión que realizaba el país estaba en el orden del 10% del total de la inversión que realiza el continente, hoy esa cifra comenzó a bajar y Argentina empezó alinearse a sistemas como el de Perú, con escaso acceso a universidades, sistemas elitistas de acceso al conocimiento y con un modelo ofertista de investigación (investigadores que realizan posdoctorados y se van con su conocimiento a países desarrollados) en lugar de resolver problemáticas locales.

A nivel político-legislativo hubo avances y retrocesos contradictorios: el Congreso discutió y aprobó en algún tramo una Ley de Financiamiento Universitario (textos de emergencia presupuestaria y propuestas para sostener a las universidades aparecen en el expediente público), pero el Poder Ejecutivo terminó observando o vetando puntos sustanciales —incluido un veto total a proyectos de financiamiento mayores— con decretos posteriores que dejaron sin efecto compromisos planteados por el Legislativo.

Cientificidio en marcha

Científicos y dirigentes de universidades públicas definieron las medidas como un “desfinanciamiento” o incluso un “cientificidio”, advirtiendo sobre la pérdida de capacidad institucional, el cierre o paralización de proyectos estratégicos, la fuga de recursos humanos calificados y la erosión de la infraestructura científica.

Voceros del sector señalaron además que sin financiamiento estable se pierden convenios internacionales, acceso a insumos y continuidad en líneas críticas (salud, agro, energía, minería, clima), con consecuencias que tardarán años en revertirse.

¿Cuál es la pérdida real para el país? Es multidimensional y en buena parte estructural: pérdida de capital humano (investigadores que emigran o abandonan la carrera), detención de proyectos con retorno económico y social, menor capacidad de innovación en sectores productivos y debilitamiento de la educación superior. En términos cuantitativos inmediatos se registran caídas salariales reales (30%), reducción significativa del presupuesto universitario (32% real) y cancelación de convocatorias para nuevas investigaciones.

A mediano y largo plazo estos efectos se traducen en menos patentes, menos empresas de base tecnológica, menor competitividad exportadora y dependencia tecnológica externa. Analistas y académicos coinciden en que el costo futuro supera con creces el ahorro fiscal inmediato.

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