Descubrir nuevas especies e identificar alternativas productivas y sostenibles basadas en la biodiversidad son algunos de los propósitos de una expedición científica que comenzó en la Amazonía colombiana, una región que por años estuvo oculta para la ciencia por el conflicto armado.
La Expedición Bio, Alto Río Igara-Paraná, una iniciativa del Gobierno colombiano a través del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, con la colaboración del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi), busca también contribuir a la identificación de especies y a la generación de conocimiento biológico de esta zona del país, en especial del departamento del Amazonas.
“La Amazonía es una región prioritaria, dada su gran importancia ambiental para Colombia y el mundo”, dijo a EFE el ministro de Ciencia y Tecnología, Arturo Luna, quien recordó que su cartera asignó para la expedición cerca de 400 millones de pesos (unos 89.000 dólares de hoy).
Pasado esclavista en el corazón de la selva
La presentación de la expedición tuvo lugar en La Chorrera, un territorio indígena situado en el corazón de la selva, que está ubicado cerca al río Igara-Paraná, afluente del Putumayo, en el departamento del Amazonas, fronterizo con Brasil y Perú.
En La Chorrera hay una reserva natural habitada principalmente por indígenas uitotos, boras, ocainas y mirañas.
El caserío también es conocido porque a comienzos del siglo XX fue sede de la Casa Arana, una empresa del comerciante peruano Julio César Arana dedicada a la explotación del caucho, que sometió a tratos crueles a los indígenas de la zona que eran forzados a trabajar en régimen de esclavitud.
La historia de la Casa Arana es contada en la novela “El sueño del celta”, del nobel peruano Mario Vargas Llosa, a través de las acciones de sir Roger Casement, un irlandés que estuvo al servicio diplomático del Gobierno británico.
Intercambio de Conocimientos
Al referirse al aporte de las comunidades indígenas que participan de la expedición que durará varios meses, el ministro Luna explicó que “nadie más que las propias comunidades conocen este territorio (…) incluso más que los propios investigadores”.
Además, pueden guiar a los científicos a los lugares en donde están los peces, mamíferos y otras especies con las que ellos han establecido una relación de siglos.
Todo eso ayudará para conseguir “una información muy valiosa para poder hacer investigación sobre la biodiversidad del país”, dijo el ministro y valoró que los indígenas se constituyan en eslabón de la conservación de la región de la Amazonía que también busca darse a conocer al mundo.
La directora general del Instituto Sinchi, Luz Marina Mantilla, dijo a EFE que además de conocer la oferta de biodiversidad de la región se hará una catalogación de lo que se encuentre en la zona, todo con la ayuda de los lugareños.
Mantilla destacó que lo que también comienza es “un intercambio de conocimientos entre conocimiento tradicional y el conocimiento científico. Acá tenemos hoy 15 investigadores de Sinchi y 19 con investigadores indígenas”, de los que explicó, fueron capacitados para realizar labores específicas según los conocimientos que ellos tienen de su entorno.
Según la funcionaria, se trabajará en alianza con la Asociación Zonal Indígena de Cabildos y Autoridades Tradicionales de La Chorrera (Azicatch).
Un mundo por descubrir
Con la expedición se busca llenar vacíos de conocimiento en una de las localidades estratégicas de la Amazonía colombiana y aportar al inventario de la biodiversidad del país a partir de colecciones biológicas, así como tender puentes entre el saber científico y los conocimientos tradicionales de los pueblos Okaina, Bora, Muinane y Uitoto.
Eso permitirá consolidar un inventario biológico, la apropiación social del conocimiento por parte de las comunidades y la identificación de alternativas productivas y sostenibles de la biodiversidad que contribuyan al desarrollo de la zona.
EFE