Alejandra Fazio, una investigadora del CONICET del Instituto de Micología y Botánica (INMIBO), especialista en biodeterioro de patrimonio, junto a Nieves Valentín, una investigadora española elaboraron un artículo con recomendaciones para la reapertura de museos, archivos o bibliotecas.
Las científicas analizaron la incidencia del SARS-CoV-2 en bienes culturales, centrado en los sistemas de desinfección, fundamentos y estrategias de control, y realizaron un diagnóstico sobre cómo el coronavirus puede afectar a los bienes culturales.
El artículo destaca los diferentes métodos de desinfección que pueden llevar adelante las instituciones culturales para prevenir la circulación del virus.
Fazio se doctoró en el área de Ciencias Biológicas por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y desde hace más de diez años se dedica a una rama de la biología llamada biodeterioro, que estudia los daños producidos por ciertos agentes biológicos ?en su caso, hongos y líquenes- tanto en obras que forman parte del patrimonio cultural, como en edificaciones históricas.
De hecho, comenta, con el aislamiento y el cierre de las instituciones culturales, los hongos tuvieron varios meses para proliferar en los intersticios de los museos, los archivos y las bibliotecas: “Por eso, cuando reabran una vez pasada la pandemia, será necesario activar procesos de desinfección de esos espacios, pero también contar con técnicas para eliminar o reducir la posibilidad de que el coronavirus se instale sobre esos archivos u obras de arte y sea un vector indirecto de propagación del virus”, advierte.
Fazio trabajó junto a Nieves Valentín, quien se desempeñó durante años como investigadora en el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), y en el Getty Conservation Institute donde desarrolló sistemas de desinfección con gases inertes y métodos de análisis para evaluar la calidad del aire en los museos y al interior de vitrinas. Durante su carrera llegó a estudiar, incluso, el biodeterioro en momias egipcias. “Esta pandemia nos hizo surgir muchas inquietudes y decidimos escribir este artículo en conjunto”, cuenta Fazio.
Daño patrimonial
Lo primero que advirtieron las científicas fue la posibilidad de que, en el afán de eliminar al coronavirus de objetos culturales o de ambientes patrimoniales, se utilicen de manera indiscriminada productos químicos, o sistemas de esterilización que son usados en el ámbito de las instituciones de salud, pero que al extrapolarlos a ámbitos con bienes culturales pueden ocasionar un grave daño sobre el patrimonio.
“Los objetos culturales son muy delicados. Sobre ellos no se puede usar cualquier sistema de desinfección, porque se arruinarían las obras: el papel, la tinta, los barnices, las capas de pintura? entonces, nosotras pensamos que con lo que conocemos de sistemas de desinfección para microorganismos, hongos, insectos o bacterias, podíamos armar algo que sirviera también para eliminar o desactivar el COVID-19”, explica Fazio.
“Nosotras estudiamos de qué manera influyen los factores ambientales en el COVID-19 y observamos que se comporta de manera opuesta a los hongos y bacterias a los que estamos acostumbrados en los museos y bibliotecas: en el caso del SARS-CoV-2, cuando la humedad relativa es más alta, la persistencia del virus se acorta, las superficies lisas permiten una transferencia mayor del virus que las superficies porosas, esto es lo contrario a lo que sucede con los hongos y las bacterias que atacan el patrimonio”, explica Fazio.
Según la investigadora, “existe una falta de investigación científica que avale la eficacia de técnicas para eliminar el COVID-19 y sus posibles mutantes en el patrimonio cultural”.
“Si bien el virus no es capaz de producir biodeterioro, puede estar contaminando las obras, con los cual la primera pregunta que nos surgió es qué podemos hacer con lo que tenemos a nuestro alcance para desinfectar ambientes y superficies teniendo en cuenta que los sistemas de desinfección son muchas veces una necesidad que implica un riesgo?. A partir de esas observaciones redactaron su documento.
Consejos y advertencias
Los ejes de los consejos que redactó Fazio durante el confinamiento junto a Nieves, su colega española, rodean tres cuestiones: por un lado, proponen profundizar en el conocimiento de los tratamientos de desinfección. En segundo lugar, advierten la necesidad de determinar en cada caso su viabilidad en cuanto al riesgo ? costo ? beneficio, tanto para la salud de las personas como para los bienes culturales. “Algunos equipos de desinfección que ofrece el mercado, pueden representar un riesgo más que una solución, tanto para la salud, como para la conservación de los bienes culturales”, aseguran.
En tercer lugar, apelan a cumplir las normas dictadas por las autoridades sanitarias e instituciones patrimoniales de cada país en coordinación con la Organización Mundial de la Salud que van variando con la evolución de la pandemia.
Para las investigadoras, en los museos, es fundamental reforzar al máximo el sistema de limpieza y mantenimiento de los equipos de aire acondicionado, incorporar filtros que retengan partículas sólidas y microorganismos, no dirigir el impacto del aire acondicionado hacia las obras “porque podría deshidratarlas, ni tampoco hacia la altura media de los visitantes porque el flujo de aire podría influir en la diseminación de posibles virus exhalados en su entorno”. Por último, recomiendan “mantener las salas con la menor carga viral posible proveniente de las personas que visitan o trabajan en el edificio”.
En el documento Fazio y Valentín también repasan los métodos de esterilización de objetos, como la radiación por rayos ultravioletas: “Es eficaz para esterilización de material de laboratorio u objetos no históricos, pero no se puede aplicar en presencia de personas ni bienes culturales, ya que altera las propiedades químicas y físicas de los materiales, principalmente los orgánicos. Produce oxidaciones y envejecimiento”, dicen.
También analizan el uso de ozono como método esterilizante: “Desinfecta objetos y ambientes, esteriliza eficazmente objetos utilizados por personal infectado, textiles, mobiliario y otros materiales contaminados, pero no se puede aplicar en presencia de personas ni de bienes culturales debido a su alta capacidad oxidante. Altera las propiedades químicas y físicas de los materiales históricos, principalmente los orgánicos”.
Fuente: DiCyT.