Periferia

31 de Marzo de 2021

México y Argentina trabajan en una tecnología para disminuir el uso de agroquímicos

El proyecto biotecnológico, que reúne a científicos del INTA, del Instituto Politécnico de México y de dos EBTs reduce el impacto negativo de las malezas en los cultivos.

Investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), del Instituto Politécnico Nacional de México, de la empresa rosarina Bioceres, su socia y su socia Nature Source Improved Plants (NSIP) y de la spin-off mexicana Stelagenomics se encuentran desarrollando un proyecto biotecnológico para disminuir el impacto negativo de las malezas en los cultivos de ambos países.  

La iniciativa apunta, como consecuencia, a reducir el uso de agroquímicos en las plantaciones, reduciendo paulatinamente el impacto social, ambiental, cultural y económico que esa tecnología tiene en el agro de ambos países.  

Uno de los investigadores es el ingeniero agrónomo, Sergio Feingold, quien, desde 2014, coordina el Programa Nacional de Biotecnología del INTA, y en una entrevista con el medio “El Diario Ar”, aseguró que “el proyecto puede ayudar a disminuir el uso de agroquímicos en la agroindustria argentina”. 

Feingold cuenta que el proyecto binacional de participación público-privada entre Argentina y México tiene el objetivo de reducir el uso del glifosato. Según el investigador la iniciativa biotecnológica puede cambiar la ecuación del agronegocio a nivel global ya que es capaz de disminuir tanto las cantidades utilizadas como el margen de ganancia del herbicida creado por Monsanto.  

De acuerdo a un estudio de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina es el país que más glifosato usa en el mundo per cápita. Son 10 litros por habitante por año. Cuando comenzó a utilizarse hace más de décadas, se usaban en el país 3 litros de glifosato por hectárea por año y hoy el promedio es de 15 litros de glifosato por hectárea por año. 

El proyecto tiene unos cinco años de trabajo pero, afirman que dio un salto en los últimos meses, cuando despertó el interés conjunto de dos empresas de las más importantes, la rosarina Bioceres y su socia Nature Source Improved Plants (NSIP). En ese entendimiento, fue fundamental el trabajo de la Cancillería argentina, en especial del secretario Relaciones Económicas Internacionales, Jorge Neme. 

“Este nuevo desarrollo viene a resolver un conflicto urbano-rural, viene a aportar a la sostenibilidad productiva y ambiental y a disminuir el uso de agroquímicos en la producción agropecuaria argentina”, dice Feingold, en la entrevista con “El Diario Ar”. 

Feingold afirma que se trata de “una tecnología súper promisoria, con una aproximación biotecnológica muy creativa y muy original”. El desarrollo consta de una tecnología que no mata la maleza sino que la hace no competitiva en términos económicos, es decir, que se logra que la maleza no disminuya significativamente el rinde del cultivo.  

“Esta tecnología en maceta funciona bárbaro, el desafío del Inta, el interés del Ministerio de Agricultura y del Estado en sí, es que esto se pueda llevar al campo, que sea sostenible en el tiempo y que podamos ir disminuyendo el uso del glifosato”, explica Feingold, aunque advierte que “hay que ver qué pasa en el suelo con esta nueva tecnología, qué pasa en la planta. Esto tiene impacto en la sustentabilidad, mitigando la erosión hídrica y asegurando el mantenimiento de la biodiversidad”. 

En México es la empresa Stelagenomics, una spin-off del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav) de México, la que sigue con la iniciativa, con el apoyo del Estado mexicano.  

Feingold asegura que, en Argentina, la iniciativa cuenta con el total apoyo del INTA, y que está basada una visión de la biotecnología que no está centrada en el negocio.  

Es que el proyecto inició con una mirada integral que contempla el problema para los agricultores con el tema de malezas resistentes y, el problema para la sociedad con el uso y abuso del glifosato, que genera una zona de conflicto urbano-rural que hoy en día no está resuelta.  

“Lo que hicimos fue juntar a todos los especialistas del INTA, eso lo hice yo en más de una oportunidad, para mirar todos los aspectos alrededor de la tecnología, no solamente los que tienen que ver con una aplicación en el corto plazo sino también en el mediano y largo plazo. Se trata de ver cómo la biotecnología maneja un sistema global en el cual miramos todos los aspectos, el productivo, el del control de malezas y de la disminución del uso del glifosato, pero también todo el microbioma asociado a esto”, dijo Feingold. 

Por último, el investigador aseguró que “hay que ser cauteloso y andar prometiendo antes de que lo hayamos verificado en ensayos de campo. Pero hoy el productor agropecuario está muy acostumbrado al uso del glifosato y vale la pregunta: ¿Qué pasa si dejamos de usar la mitad del glifosato que usamos hoy?”. 

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