La Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) abrió la convocatoria para desarrollar el primer satélite propio, un pequeño instrumento de la categoría denominada “CubeSat”, que puede ser usado para estudiar las características del suelo, analizar el agua, detectar incendios u observar cambios meteorológicos.
El proyecto “Satélite Universitario”, impulsado por el Centro Tecnológico Aeroespacial (CTA) de esa casa de estudios, busca que los alumnos y la comunidad científica de la UNLP tengan un contacto directo con la temática espacial, informó la institución en un comunicado.
El llamado a propuestas estará abierto hasta agosto 2020 y, según indicó el vicepresidente del Área Institucional de la UNLP y director del CTA, Marcos Actis, la iniciativa “pretende lograr la participación de distintos laboratorios e investigadores” de la casa de estudios.
¿Qué es un nanosatélite?
CubeSat es un estándar de diseño de nanosatélites, cuya estructura es escalable en cubos de 10 cm de arista y masa inferior a 1,33 kg. La simplificación de la estructura del satélite permite el diseño y manufactura a bajo costo.
Desde hace unos 15 años, los CubeSats ya podían ser construidos y lanzados por un valor estimado de entre 65 mil dólares y 80 mil dólares.Este bajo costo, mucho menor que el de lanzamientos convencionales, los convirtió en una opción viable para escuelas y universidades alrededor del mundo.
El diseño más simple consta de un cubo de 10 cm de arista, denominado Cubesat “1U”, o CubeSat “1 Unidad”. Los nanosatélites son escalables, en incrementos de una o media unidad.
“Lo primero es determinar qué necesidades hay por parte de nuestros investigadores de la observación satelital. Después, preparar la misión, armar el satélite y buscar la posibilidad de socios para lanzarlo”, dijo Marcos Actis sobre el proyecto de la UNLP.
En tanto, la coordinadora del programa, Sonia Botta, afirmó que “se busca que las propuestas de objetivos se presenten en forma de requerimientos científicos, es decir, los detalles de la información que debería recolectar el satélite para cumplir la misión”.
“Si lo que se quiere probar es un instrumento o si se conoce el equipamiento necesario para realizar las mediciones pertinentes a los objetivos, los requerimientos pasan por el lado técnico. Estos requerimientos detallan las necesidades del sistema (potencia, energía, ambiente térmico, procesamiento de datos, etc.) y/o las características específicas del instrumento”, explicó.
Uno de los principales objetivos del proyecto, señaló Actis, es demostrar que la ciencia está “al alcance de todos”, y remarcó que “estas cosas se pueden hacer: tenemos capacidad técnica y humana, que es lo principal; necesitamos gestionar y organizar para llevarlo adelante”.
Luego, remarcó la importancia de seguir apostando al desarrollo de la soberanía espacial y contó que, a nivel mundial, “la tendencia es fabricar satélites en tamaños cada vez más pequeños”.
El antecedente en Argentina
Los primeros nanosatélites en Argentina fueron desarrollados por Satellogic, la empresa especializada en este rubro, en 2016, cuando fueron lanzados los nanosatélites comerciales “Fresco” y “Batata”.
De la iniciativa participaron investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnica, de la Universidad Nacional de San Martín (UNSaM), del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
Desde la Unsam crearon el LabOSat, una plaqueta para experimentos electrónicos diseñada por investigadores de la casa de altos estudios que viajó dentro de los nanosatélites comerciales, en mayo de 2016
Fresco y Batata son nanosatélites de 35 kilos de peso equipados con tres cámaras: una multiespectral, una hiperespectral y una térmica que les pemite monitorear campos, realizar análisis de infraestructura y controles de seguridad para la industria petrolera, entre otros servicios.
Están a 500 kilómetros de altura, miden 80 centímetros de alto, 40 de ancho y 40 de profundidad, y tardan 190 minutos en dar una vuelta completa a la Tierra. Su trayectoria y funcionamiento se controlan desde dos bases terrenas, una ubicada en la localidad bonaerense de Tortuguitas y la otra en Svalbard, Noruega.
Por su desarrollo, Satellogic firmó cartas de intención con 10 clientes interesados en los servicios que pueden brindar este tipo de satélites.
La tercera plaqueta del Labosat fue enviada en 2017, en un cohete chino, y fue desarrollada, también por investigadores de la Universidad Nacional de San Martín.