Periferia

26 de Noviembre de 2020

CONICET: crean un sensor para detectar metales pesados en la Cuenca Matanza-Riachuelo

El desarrollo de la investigadora Daiana Capdevila, determina los niveles de contaminación de la cuenca en la que viven seis millones de personas y se emplazan cinco mil industrias.

La investigadora del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBBA) perteneciente al CONICET y al Instituto Leloir, Daiana Capdevila, desarrolló un sensor de detección de metales pesados para identificar los niveles de contaminación de la cuenca Matanza-Riachuelo, trabajando para su organismo de control, ACUMAR. 

Capdevila aplicó su creación a la cuenca en la que se emplazan más de cinco mil industrias y en la que habitan unas seis millones de personas, casi el 15% de la población de nuestro país. 

El sensor funciona aislando las proteínas de las bacterias, y mezclandolas con un reactivo para que den una señal verde si el agua está contaminada. “Con estos sensores biológicos, en media hora, se puede tener la capacidad de teñir el agua de color verde, y dar una alerta para saber si el agua es apta para consumo humano o está contaminada con metales pesados como plomo, cadmio, zinc, cobre o níquel”, explicaron desde ACUMAR. 

Por el desarrollo, al que Capdevila bautizó “Rosalind”, en homenaje a Rosalind Franklin, la química y cristalógrafa británica descubridora de la estructura helicoidal del ADN, ganó la Beca L´Oréal ? UNESCO “Por las mujeres en la ciencia”. 

El objetivo del proyecto es complementar los datos de estos sensores con los obtenidos en las estaciones de monitoreo de agua que funcionan en ACUMAR. En el segundo de los tres estudios realizados por el organismo, se determinó que la cuenca tiene aceptables índices de biodegradabilidad.  

“Yo venía trabajando en las proteínas que forman parte del sensor de Rosalind durante la mayor parte de mi posdoctorado en Estados Unidos”, contó Capdevila, y detalló que “en el tercer año del post doctorado, trabajaba más en la parte biomédica, en tratar de entender cómo estas proteínas ayudan a las bacterias a sobrevivir a condiciones de estrés, nada que ver con los contaminantes en agua. Esas proteínas resultaron específicas para poder distinguir un contaminante de otro. Entonces empecé a pensar cómo podía servir y qué uso le podía dar”. 

Capdevila volvió al país en el año 2019, y comenzó a trabajar con un grupo de trabajo que intentaba optimizar el sensor en aguas superficiales. “Empecé a pensar en cómo aplicarlo acá y pensé en el Riachuelo”, dijo la investigadora.  

Fue allí que Daiana Capdevila contactó a ACUMAR: “En medio de un año de pandemia todavía no pudimos empezar a medir, pero, pienso que esta tecnología puede ayudar a avanzar con los distintos objetivos de ACUMAR”, aseguró la investigadora. 

Entre los objetivos, Capdevila señaló que en primer lugar, buscará medir con los sensores el agua de la Cuenca, tanto el agua superficial como de consumo y ver cuáles son las interferencias.  

“A mediano plazo, pensar cómo va a ser la validación de los sensores y avanzar con sensores nuevos. Podemos cambiar una proteína por otra y usar la misma tecnología para medir otro contaminante. Vamos a empezar con plomo y seguir con arsénico”, contó la investigadora. 

ACUMAR, creó la Coordinación de Ciencia y Tecnología, con el objetivo de potenciar la relación del organismo con el conocimiento. “La complejidad de la Cuenca Matanza Riachuelo y su saneamiento, pone en juego conocimientos de diversa índole y nivel”, explicaron desde el organismo. 

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