Un estudio liderado por el Nobel de Economía Joseph Stiglitz advierte de que los países con alta desigualdad tienen siete veces más probabilidades de experimentar un declive democrático que aquellos más equitativos y pone el foco en la riqueza heredada y el control de las tecnológicas
El mundo atraviesa una “emergencia de desigualdad”. Esa es la principal advertencia del primer informe sobre desigualdad “Global Inequality Technical Report”, encargado por la presidencia del G-20.
El estudio, presentado este martes, aporta nuevas cifras que ejemplifican el alcance de esta problemática y propone la creación de un panel internacional e independiente sobre desigualdad que oriente las políticas públicas.
El estudio, elaborado por el Comité Extraordinario de Expertos Independientes sobre la Desigualdad Global y encargado por el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa durante la presidencia de Sudáfrica del G-20, revela que entre 2000 y 2024, el 1% más rico del mundo capturó el 41% de toda la nueva riqueza, mientras que solo el 1% fue a parar al 50% más pobre, según cálculos basados en datos del World Inequality Lab.
La desigualdad de ingresos y riqueza se traduce en desigualdades en materia de salud, acceso a la justicia y de oportunidades
Además, ese 1% más rico vio aumentar su riqueza una media de 1,3 millones de dólares (unos 1,12 millones de euros) desde el año 2000, frente a los 585 dólares (unos 508 euros) de promedio de la mitad más pobre del planeta. “En otras palabras, no es de extrañar que tantas personas en todo el mundo sientan que su nivel de vida se ha estancado y que la vida es cada vez más inasequible. Esto está muy relacionado con el hecho de que existe una concentración dramática de la riqueza en el 1% superior de la pirámide”, indica Abdenur. “La desigualdad de ingresos y riqueza se traduce en desigualdades en materia de salud, acceso a la justicia y de oportunidades”, enfatiza Stiglitz.
El 83% de los países, que representan el 90% de la población mundial, cumplen con la definición del Banco Mundial de alta desigualdad. Aunque la desigualdad entre individuos del mundo se ha reducido ligeramente gracias al crecimiento de los ingresos en algunos países como China, la desigualdad interna se ha disparado. Además, la brecha general de ingresos entre el Norte y el Sur Global sigue siendo muy alta.
Brecha de ingresos
El comité, presidido por el premio Nobel de Economía, se ha basado en consultas realizadas a unos 80 destacados economistas y especialistas en desigualdad, cuyas conclusiones dibujan un panorama sombrío. A día de hoy, la riqueza de los multimillonarios equivale ya al 16% del PIB global, alcanzando el nivel más alto de la historia. En contraste, un 25% de la población mundial, el equivalente a 2.300 millones de personas, se enfrenta a una inseguridad alimentaria moderada o grave, es decir, una de cada cuatro personas se ve obligada a saltarse comidas con regularidad. Esto supone un aumento de 335 millones desde 2019.
Según advierte el estudio, los países con alta desigualdad tienen siete veces más probabilidades de experimentar un declive democrático que aquellos más equitativos. “Esta fue una de las conclusiones clave de nuestro análisis: la riqueza extrema, como la que vemos actualmente en el mundo, no es solo un medio para acceder a un estilo de vida más agradable. Las desigualdades económicas tienden a traducirse en desigualdades políticas, por ejemplo, en el acceso a la justicia o en la capacidad de tener voz en los procesos políticos”, precisa Abdenur.
Alta desigualdad
“Este problema se ve agravado por la aparición de las grandes plataformas tecnológicas, que han puesto el control de las redes sociales —que son, por así decirlo, la plaza pública del siglo XXI— en manos de unos pocos multimillonarios”, añade. “[Las empresas tecnológicas]”, explica por su parte Stigtlitz, “no solo afectan a la política de la forma habitual, a través de la influencia o la financiación de campañas y políticos, sino que también lo hacen de forma indirecta, controlando los medios de comunicación, incluidas las redes sociales. Eso es muy importante, porque los algoritmos determinan lo que ve la gente y eso [a su vez] determina cómo ven el mundo”, añade.
“En mi país, Brasil, vemos que la falta de regulación de las grandes plataformas tecnológicas está permitiendo una concentración de riqueza que socava nuestro proceso democrático. Pero no es solo en Brasil. Esto está ocurriendo tanto en países ricos como en países en desarrollo”, enfatiza Abdenur.

Más desigualdad, también en el futuro
Además, los datos recientes sobre el aumento de la riqueza heredada muestran que, en los próximos 10 años, se transferirán 70 billones de dólares a herederos. “Este es un gran desafío para la movilidad social, la equidad y la igualdad de oportunidades. Una vez más, la desigualdad de riqueza no es una crisis momentánea, es un problema intergeneracional. Y si no lo abordamos ahora, veremos cómo la situación empeorará en las próximas décadas”, advierte la coautora del informe. “La desigualdad es una traición a la dignidad de las personas, un impedimento para el crecimiento inclusivo y una amenaza para la propia democracia. Abordarla es un reto generacional ineludible”, expresó Ramaphosa en un comunicado.
Los expertos proponen actuar en tres ámbitos para combatir la desigualdad. A nivel internacional, llaman a reformar las reglas económicas globales, desde las normas de propiedad intelectual (especialmente en temas como pandemias y cambio climático) hasta reescribir las reglas fiscales, para asegurar una tributación más justa de las multinacionales y las grandes fortunas.
En el plano nacional, hacen una llamada a promover regulaciones favorables a los trabajadores, reducir la concentración empresarial, gravar grandes ganancias de capital, invertir en servicios públicos y adoptar políticas fiscales más progresivas. Finalmente, abogan por nuevos modelos de cooperación entre países en materia fiscal, comercial y de transición verde.