Periferia

18 de Junio de 2021

Pilcaniyeu, un secreto narrado en primeras personas

Hace 40 años Argentina inició el camino para enriquecer uranio y dio un salto tecnológico internacional. Sus protagonistas contaron, ayer, como lo ocultaron del radar de la Embajada de EEUU, el rol de INVAP, la CNEA, "Chimichurri" y el "Secretómetro".

Los y las protagonistas del proyecto de enriquecimiento de Uranio en Argentina, iniciado hace 40 años en la localidad rionegrina de Pilcaniyeu, contaron en primera persona como fue la puesta en marcha de uno de los mayores logros tecnológicos del país, que posicionó a la Argentina en la elite internacional de países que se permitieron desarrollar etapas autónomas de la industria nuclear. 

Hoy Argentina está entre los 11 países del mundo en capacidad de enriquecimiento de uranio. Durante la presentación, Ignacio Jawtuschenko, coordinador del encuentro virtual en la Universidad Nacional de Almirante Brown, presentó el proyecto como “la epopeya del enriquecimiento de uranio, en un país periférico como la Argentina”. 
   
El encuentro “Historia y presente del enriquecimiento de Uranio en la Argentina”, organizado por la Universidad Nacional de Almirante Brown (UNaB) integró el Ciclo “Tecnologías para el Desarrollo” al cumplirse 40 años de uno de los mayores logros tecnológicos del país. 

El “secretómetro”, INVAP y “Chimichurri”  

Los expositores se refirieron al fuerte encriptamiento del proyecto, y las condiciones de hermetismo con que trabajaron para desarrollarlo, entre 1978 y 1983, con conocimiento de las fuerzas armadas y del sector político nacional, regional y provincial. 

“El uranio enriquecido es esa “criptonita” que se usa en los reactores de potencia, en los reactores que generan electricidad y que lo que hay detrás es la soberanía energética”, dijo Jawtuschenko.  

“Nosotros no le decíamos Criptonita, le decíamos “Chimichurri” para hablar por teléfono”, respondió Lamagna, subrayando el hermetismo que en el grupo de científicos, científicas y profesionales existía hasta para comunicarse.   

“En mayo de 2014 empezamos los primeros experimentos de “chimichurri”, UF6, y antes habíamos hecho experimentos con otros gases, por lo que hubo todo un aprendizaje, porque hubo que armar equipos de científicos, tecnólogos, montar laboratorios y un montón de tecnología que confluyen en el enriquecimiento de uranio por láser”, contó Lamagna. 

INVAP, la empresa estatal rionegrina de alta tecnología, fue un actor central del desarrollo del proyecto, al punto que aportó y desarrolló la tecnología faltante para completar el proceso de enriquecimiento de moléculas de uranio, al igual que la Comisión Nacional de Energía Atómica. 

La empresa de base tecnológica, junto a FAE, Fabricación de Aleaciones Especiales; CONUAR, Combustibles Nucleares Argentinos; ENSI, la Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería; Nucleoeléctrica Argentina; y Dioxitec, Dióxido de Uranio conforma el ecosistema de empresas asociadas a la Comisión Nacional de Energía Atómica. 

“El proyecto de Pilcaniyeu se realizó teniendo que usar lo que llamábamos “el secretómetro”, que pudo darse aún con todo el marco legal del Estado con las leyes de Administración del Estado, la Ley de Obras Públicas y la ley de mayores costos, lo que demuestra que las leyes de administración del Estado y el secretómetro funcionaron muy bien”, dijo Lamagna, quien destacó a Pilcaniyeu como “uno de los proyectos más secretos de la Argentina”. 

“Fui uno de los pocos tipos que pudo llevar la contabilidad de un proyecto secreto con todos los papeles arriba de la mesa”, dijo Santos, y contó que antes de oficializar el anuncio de que Argentina tenía en marcha un proyecto de enriquecimiento de uranio, a la CNEA llegó un “Non Paper” de la Embajada de Estados Unidos, preocupados porque se rumoreaba que en Pilcaniyeu se estaba desarrollando una planta de reprocesamiento del tipo “úsela y tírelo”. 

“Cuando vino el agregado científico norteamericano, que era ingeniero nuclear, tuvimos el placer de llevarlo de visita a Pilcaniyeu y que no viera nada, lo logramos como se hace en las viejas escuelas de espías, le dimos mas vino del que podía soportar”, contó Santos. 

La anécdota de Santos responde a la Ley Carter, por la que, en Estados Unidos, la CIA debía hacer un informe anual sobre cómo era la relación con el tema nuclear en los países a los que Estados Unidos destinaba ayuda. Eso motivó el comunicado de la Embajada y la visita del agregado científico.  

A eso, Varotto explicó que “pudimos hacerlo porque Pilcaniyeu estaba camuflada. 

Pilcaniyeu, fuera del radar de EEUU 

El proyecto, iniciado en Pilcaniyeu, Río Negro, en el año 1981, debía ser llevado adelante con un registro preciso de los materiales que se adquirían y se utilizaban, pero, a su vez, debía camuflarse para evitar que la iniciativa se hiciera pública y recibiera sanciones internacionales, y se impidiera su avance. 

Tres de sus protagonistas, el Lic. Eduardo Santos, por INVAP, y el actual vicepresidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Dr. Alberto Lamagna, responsable del actual proyecto de enriquecimiento de uranio por láser, junto al histórico Conrado Varotto, detallaron, vía Zoom, cuáles fueron los actores tecnológicos centrales del proyecto y cómo hicieron para mantener la red de colaboraciones y los objetivos fuera de alcance de la mirada de la comunidad internacional, hasta que finalmente se oficializó el proyecto, durante el gobierno de Raúl Alfonsín. 

Santos y Lamagna contaron durante dos horas detalles de la iniciativa que debieron mantener, con apoyo estatal, fuera del radar de la Embajada de Estados Unidos, por varios años, y que los obligó a crear, incluso, una jerga interna en el grupo conformado por unos 30 físicos, especialistas, técnicos, investigadores, colaboradores y profesionales, cuando se comunicaban. 

Las centrales nucleares utilizan dentro del combustible, uranio natural o uranio natural ligeramente enriquecido. “En la naturaleza el uranio se encuentra como uranio 238 y uranio 235, pero el uranio enriquecido tiene un 0,7% de ocurrencia en la naturaleza, y lo que necesito es un 3-4% en un reactor nuclear, por lo que por un mecanismo físico químico tengo que separarlo y enriquecerlo para hacer mucho más eficiente el reactor nuclear”, contó Lamagna.  

“Una de las formas para mantener a Pilca fuera del radar de cualquier país, que no pudieran darse cuenta de lo que estábamos haciendo, era camuflar la entrada con unos trabajadores de la construcción, y por otro lado se mantenían una serie de proyectos que se decía que se estaban haciendo y se estaban haciendo efectivamente, por ejemplo el UF 6 estaba camuflado por el hexafloruro de azufre”, contó Conrado Varotto, y aseguró que “los expedientes que corrían, corrían para esas cosas, y salieron los fondos para lo otro”. 

Varotto explicó que antes de la oficialización del proyecto, “nos viene a visitar el candidato a gobernador Alvarez Guerrero con un conjunto de capos provinciales de la UCR, le contamos el proyecto, y cuando terminamos nos dicen “ustedes son hijos del proceso así que vamos a ver que hacemos cuando seamos gobierno”, desconfiaban de nosotros, pero siguió la charla y se dieron cuenta que no había nada raro y nos preguntaron ¿en qué podemos ayudarlos?, y yo les contesté: “no jodan””. 

Abrir el paquete tecnológico 

Por su parte Santos, contó detalles del proyecto, “Eramos jóvenes de 20-30 años, para quienes la creatividad y el idealismo nos permitió ir en contra de algunos de los prejuicios que había en la época”, dijo Santos, quien rescató la influencia del tecnólogo Jorge Sábato.  

“Cuando era becario del Departamento de Materiales y Transferencia de Tecnología, recuerdo a Sábato en los pasillos bramando: “hay que abrir el paquete” que era la tecnología en que venía envuelta la central nuclear de Atucha I, y nosotros lo abrimos sin llegar al robo y dimos un paso más adelante”, y dijo que “teníamos una fuerte ideología de nacionalismo no confrontativo”. 

Entre los prejucios, Santos, apodado “catrasca” por el grupo de tecnólogos, citó un informe del Consejo Federal de Inversiones de aquellos años en el que se afirmaba que la tecnología de enriquecimiento de uranio no estaba al alcance de la Argentina “por costosa y por su nivel tecnológico”. 

“Las dos vertientes de los que trabajamos en el proyecto de enriquecimiento de uranio veníamos de las bases filosóficas de Jorge Sábato y de José Balseiro”, explicó Dos Santos, y contó que el proyecto comenzó en enero de 1978, y se materializó en agosto de ese año. 

El especialista contó, entre todas las vicisitudes de la iniciativa, que, incluso, llegaron a viajar a Bohn, en Alemania, donde se ofertaba tecnología ultracentrífuga para producir uranio. “Descubrimos que existe el mercado negro de tecnología nuclear en el mundo”, dijo Santos. 

“En febrero de 1981 tuvimos la primera muestra de uranio enriquecido”, contó Santos,  

El proyecto Pilcaniyeu se mantuvo en secreto entre 1978 y 1983, cuando el ex presidente Raúl Alfonsín lo hizo público a nivel mundial. En ese momento en la presidencia de la CNEA estaba Emma Pérez Ferreira.   

¿En qué está hoy el proyecto de enriquecimiento de uranio? 

Alberto Lamagna, por último contó que de las cuatro etapas del proyecto iniciado en 1981, Argentina consiguió dos, que son conseguir la separación de uranio usando láseres y tecnologías avanzadas a nivel de laboratorio con la opción de ser escalable para la producción industrial; y construir la infraestructura para investigación y desarrollo de procesos de separación isotópica por láser. 

Hoy se encuentra en la tercera etapa que es el avance en investigar métodos de separación isotópica por láser a nivel de laboratorio, y lo próximo es hacerlo en escala de una planta piloto. 

Los primeros láseres de 10 micrones llegaron al país en 2013, y el resto de la infraestructura lo desarrolló INVAP, junto a la CNEA. En 2016 se consiguió luz de 16 micrones. “En 2015-16 y 17 confirmamos que era factible a escala de laboratorio separar uranio”. 

“Hemos logrado en escala de laboratorio tener un alfa de enriquecimiento del orden del 2,7 por lo que logramos demostrar la factibilidad”, dijo Lamagna. 

El vicepresidente de la CNEA aseguró que el actual marco tecnológico permite pensar que en el futuro Argentina podría participar en la exportación de reactores de generación nucleoeléctrica del tipo SMR, que es un mercado potencial global de reactores comprendido entre 400 y 1000 billones de dólares. 

Con los recursos que el país tiene, y siendo optimistas, ello podría implicar divisas para el país en el orden de 60 a 150 mil millones de dólares de ventas.  

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