Periferia

19 de Junio de 2020

Mariano Mémolli: “La diplomacia científica tiene un futuro enorme”

El ex Director Nacional del Antártico se refirió al régimen que regula la gobernanza internacional del continente blanco, con base en la actividad científica. La amenaza actual de las potencias militaristas.

Entrevista de Ignacio Jawtuschenko, para “Gobierno de Científicxs” (Radio Caput).

El ex Director Nacional del Antártico Argentino durante la gestión de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández, Mariano Mémolli, resaltó la importancia de la actividad científica para la gobernanza internacional del continente antártico, y subrayó que, en la actualidad, existen amenazas militares al Tratado que prohíbe la actividad militar.  

El Tratado Antártico fue firmado por doce países en 1959, pero entró en vigor en 1961, y se articula con otros acuerdos colectivamente denominados como Sistema del Tratado Antártico, que actualizan las relaciones internacionales con respecto a la Antártida. Pero, además, nuestro país es sede de la Secretaría del Tratado Antártico, desde su creación en 2004.  

En diálogo con el programa “Gobierno de Científicos”, por Radio Caput, Mémolli, quien estuvo durante tres gestiones al frente del Antártico, entre 2003 y 2015, y permaneció dos años en el continente blanco, aseguró que “hoy hay una política de Donald Trump, que pone en alerta a las potencias y a los países firmantes del tratado antártico”. 

La referencia de Mariano Mémolli apunta a la amenaza militar de algunas de las potencias firmantes del acuerdo, para el que “la actividad científica es una de las cuestiones centrales”. 

“Lo que se denomina la gobernanza del continente, que abre un nuevo campo a la diplomacia internacional, establece que todo está enlazado por la actividad científica en el continente antártico”, explicó Mémolli. 

En este sentido, “esto frena las cuestiones bélicas que había hasta ese momento porque está prohibida la actividad militar, se prohibe la instalación de bases militares, sólo lo hacen para hacer apoyo logístico a la actividad científica, no puede haber armas en la zona del tratado antártico, entre el paralelo 60 sur y el polo sur, se controla esto con el artículo séptimo del tratado antártico”, detalló el ex Director Nacional del Antártico, el organismo dependiente de la Cancillería Argentina, que se encarga del planeamiento y control de la actividad antártica argentina

Mémolli contó, en diálogo con Radio Caput, que “en los dos años que estuve en la Antártida estuvimos viendo esto de la diplomacia científica, como nos relacionamos con el mundo a través de la ciencia”. 

Amenaza militarista 

Antes de la firma de este tratado internacional “hubo acciones cercanas a iniciar una guerra, entre el 46 y el 55, cuando los británicos fueron por las instalaciones que tenía Argentina en la Antártida”, explicó Mémolli, quien estudió Medicina, y se especializó en Hemoterapia e Inmunología. 

“Hoy existe un riesgo, los británicos mantienen su enclave colonial en las Malvinas, en las Georgias del Sur y en las Sandwich del Sur, hay una actividad militar muy importante, despliegan armas nucleares aunque dicen que no las tienen, hay campos electromagnéticos muy fuertes en el aeropuerto de Monte Placentero (Mount Pleasant)”, denunció Mémolli. 

El ex funcionario aseguró que “si bien (los británicos) ponen más énfasis en lo científico y lo conservacionista es especial porque está fundamentado en el colonialismo y esto puede ir hacia la Antártida”. 

Sin embargo, Mémolli se refirió a la presencia de Estados Unidos en la región y la “amenaza” que representa para los demás países firmantes del Tratado Antártico. 

Hay una política de Trump que pone en alerta a las potencias y los países que conforman el tratado antártico, y es que Estados Unidos anunció la construcción de un rompehielos vinculado al  Ministerio de Defensa Norteamericano“, explicó Mémolli, en referencia a su tendencia expansionista, más allá de los límites que le impone el acuerdo.  

Por tal motivo, comprendió que “los países como Chile, Rusia, China, Chile y la comunidad británica toman nota de algo que no estaba previsto que son las maniobras militares”, dijo, y consideró que “lo de Trump preocupa mucho“. 

La Agenda Latinoamericana 

El ex Director Nacional del Antártico trazó los lineamientos de la “agenda latinoamericana” para la Antártida y aseguró que “va a venir por el lado de la cooperación internacional”, donde “Argentina tiene una responsabilidad grande como primer país del mundo en tener la primer base científica”. 

“Tenemos el Almirante Irízar en pleno funcionamiento, la capacidad aérea tiene que mejorar, las bases están en funcionamiento, y tenemos la producción de alimentos, vestuarios y energía”, explicó Mémolli, y consideró que “tenemos que ser el país anfitrión que lleve a los hermanos latinoamericanos a sus bases para desarrollar la actividad científica que tengan que desarrollar“.  

En tal sentido comprendió que “la diplomacia científica tiene un futuro enorme“. 

El Tratado Antártico 

El tratado fue firmado en Washington, Estados Unidos, el primero de diciembre de 1959 y entró en vigor el 23 de junio de 1961 al depositarse el último de los instrumentos de ratificación de los doce signatarios originales.  

El gobierno federal de los Estados Unidos es el depositario del tratado, mientras que la sede permanente de la Secretaría del Tratado Antártico está situada en Buenos Aires, desde su creación en 2004. 

Los firmantes originales fueron: Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, el Reino Unido, Sudáfrica y la Unión Soviética, pero el tratado dejó la puerta abierta a cualquier miembro de la Organización de las Naciones Unidas, u otro estado invitado por la totalidad de los firmantes.  

Sin embargo, desde su firma el número de firmantes creció hasta un total de 54 en abril de 2019, pero solo veintinueve de ellos poseen la categoría de “miembros consultivos”, que les otorga plenos derechos decisorios. Los restantes veinticinco son considerados “miembros adherentes”, por lo cual no gozan del derecho a votar. 

El tratado tiene vigencia indefinida, no sufrió enmiendas y puede ser modificado por la unanimidad de los miembros consultivos o – luego de los treinta años de vigencia – por la mayoría de miembros presentes en una conferencia convocada al efecto en la que pueden participar los miembros no consultivos. 

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